Walker Percy o la novela como diagnóstico

Por Jesús Montiel 

Alabama
FUENTE: www.bedandbreakfastnetwork.com

Walker Percy sostenía que:

El trabajo del novelista contemporáneo se parece al del patólogo de la medicina cuyo objeto de estudio es la enfermedad del hombre, y el hecho de que lo defina como un patólogo del hombre moderno implica la creencia de que este hombre está enfermo, es decir, que algo va mal en él o que no marcha como debiera.

Toda la obra de Percy se sostiene sobre esta afirmación: Algo falla en el hombre de nuestro tiempo. ¿Por qué se siente tan triste en el siglo veinte?, ¿por qué se siente tan mal en la misma era en la que, más que en ninguna otra, ha conseguido satisfacer sus necesidades y utilizar el mundo en su provecho?, o ¿Por qué ha entrado en una orgía de guerras, asesinatos, torturas y autodestrucción incomparable en la historia en el mismo siglo donde esperaba ver la paz universal y la fraternidad?

Son preguntas que figuran al comienzo de The Message in the Bottle 1 y que pueden servir como introducción al estudio de su obra. Los protagonistas de Percy son este hombre de clase media-alta que, aún teniéndolo todo, aún estando en el mejor de los mundos posibles con todas las necesidades satisfechas, se siente atribulado sin saber por qué. La misión del novelista, sobre todo, radica en observar cómo se desenvuelve este hombre alienado e intentar, mediante la anotación de los síntomas y su comportamiento, catalogar la extraña dolencia que sufre y si es posible nombrarla.

Para comprender por qué Percy establece esta curiosa analogía entre el médico y el escritor de novelas, es necesario conocer, al menos superficialmente, su andadura existencial. La vida de nuestro autor es tan singular como la de sus personajes literarios, y no se puede soslayar si uno quiere adentrarse en su producción novelística. Walker Percy (1916-1990) nace en Birmingham, Alabama, en el seno de una familia aristócrata bien asentada en el Sur. Sus antepasados forman una larga cadena que se remonta hasta los Percy que figuran en las obras de Shakespeare. Pero además de su hidalguía, otro rasgo fundamental de la familia es la tendencia natural a la melancolía. Esta inclinación, por extraño que pueda parecer, provocó que varios Percy de distintas generaciones acabaran poniendo fin a sus días. El mismo Leroy Percy, padre del escritor, se suicidó pegándose un tiro en la cabeza, como el abuelo, y su madre murió de  “forma sospechosa” 2 cayendo a un río cuando conducía su coche. Desde entonces los hermanos Percy quedarían al cuidado de William Alexander Percy, heroico soldado durante la Primera Guerra Mundial y distinguido poeta, propietario de una plantación algodonera. En casa del tío Will, visitada por artistas y lumbreras del mundo literario como W. Faulkner, los tres hermanos huérfanos serían educados en el amor al arte y la literatura 3. Según nuestro escritor:

Tío Will era único en su especie: nunca he conocido a nadie como él. … Me introdujo en la lectura de Shakespeare, Keats, Brahms, Beethoven, (…) Era más que un profesor: un punto fijo en un mundo confuso 4.

Más tarde, en 1933, Walker ingresaría en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, eligiendo la carrera de Medicina y especializándose en patología. No obstante, su interés por la psiquiatría era manifiesto. Influenciado por autores como Aldous Huxley o H.G. Wells, Walker Percy admiraba del modelo científico su elegancia y precisión:

Mi escritor favorito –diría- en mi adolescencia era H.G.Wells, quien creía que todos los acontecimientos del cosmos, incluso de la historia humana, podían ser explicados por la ciencia  natural… 5

En esta primera etapa la ciencia proporciona al futuro escritor las respuestas más acertadas y lógicas, explicando el mundo de forma convincente. Sin duda alguna el joven Percy pretendía con su elección no sólo obedecer las directrices de su tío 6, sino también encontrar una causa que explicase el suicidio en su familia y además, ninguno de los Percy fue médico o científico, y elegir la medicina era tal vez una forma de distanciarse de su funesto linaje para sentirse a salvo el peligro que conllevaba ser un Percy, rompiendo así el patrón de melancolía.

Sin embargo su carrera de medicina se trunca inesperadamente. Siendo residente en Bellavue, Nueva York, el joven Percy contrae la tuberculosis practicando una autopsia 7.

El estudiante se ve obligado así a una larga reclusión en el Sanatorio Trudeau que dura más de dos años, y que será una suerte de placenta de la que saldrá un nuevo hombre. En primer lugar, durante su convalecencia se adhiere a la fe católica. Consciente de la insuficiencia de la ciencia para explicar al hombre en su totalidad, Percy amplía el horizonte leyendo a los filósofos existencialistas, sobre todo a Kierkegaard y a Gabriel Marcel, que lo acercaron al Cristianismo:

El efecto fue más bien un cambio de suelo, una ampliación de perspectivas, un cambio de enfoque. Lo que empezó a interesarme no fueron cuestiones distintas, sino cuestiones más amplias. No el proceso físico o patológico en el cuerpo del hombre, sino el problema del hombre en sí mismo, la naturaleza y el destino del hombre, especialmente su aprieto en la sociedad moderna y tecnológica. Comencé a leer, no ya la Psicología de Macleod o la Bacteriología de Gay, sino a los grandes novelistas rusos, especialmente a Dostoievsky; los novelistas modernos franceses, especialmente a Camus; los filósofos existencialistas, como Jaspers (también físico), Marcel y Heidegger. 8.

Percy, además de convertirse al catolicismo, decide ser escritor, influenciado por la obra del ruso Dostoievski. Desde ahora quiere ser patólogo del hombre atribulado. Descubre que la ciencia puede explicar el cosmos, pero no al hombre en su totalidad.  El cientificismo tiene la pretensión de hacerlo reduciéndolo al sistema binario de los demás sucesos terrestres, pero lo único que logra es igualarlo a una ameba o un chimpancé. No es que Percy esté ahora en contra de la ciencia. El problema es que ésta, mientras cataloga con éxito el cosmos, no puede hacer lo mismo con el hombre:

Si el primer gran descubrimiento intelectual en mi vida fue la belleza del método científico, seguramente el segundo fue el descubrimiento del singular aprieto del hombre en el mundo que ha sido transformado por la ciencia. Una extraordinaria paradoja se volvió clara: que la ciencia más avanzada, incluso beneficiando al hombre, dice poco sobre lo que significa ser un hombre que vive en el mundo…

Después de doce años de educación científica, sentí algo parecido a lo que sintió el filósofo danés Kierkegaard cuando terminó de leer a Hegel. Hegel, dijo Kierkegaard, explicó todo lo que hay bajo el sol excepto un pequeño detalle: lo que significa ser un hombre que vive en el mundo y que debe morir. 9

 

 

Así comenzarán cuarenta años en los Walker Percy se dedicará en cuerpo y alma a la creación literaria, ganando el reconocimiento con El cinéfilo 10, que obtendría el National Book Adward en 1961. Desde entonces y hasta el final de su vida escribiría un total de seis novelas y dos libros de ensayo, que recopilan su conjunto de artículos y en los que aborda la problemática del hombre moderno desde el misterioso hecho del lenguaje, influenciado por la semiótica de Peirce. Para nuestro autor el estudio del lenguaje no es un fin en sí mismo, sino un elemento diferenciador que sirve como punto de partida para abordar al ser humano en esta época de incertidumbre donde los andamiajes del pensamiento occidental se tambalean.

Este derrumbe occidental tiene su repercusión en la literatura. Según Percy, la novelística del último siglo es un escaparate de hombres alienados. Las novelas reflejan la fragmentación del yo 11, consecuencia sobre todo de su condición caída. Así, mientras los científicos y humanistas proclaman utopías, los artistas y poetas dicen algo más desde hace tiempo. La problemática de sus personajes viene a decir que, según la teoría de la época, el hombre debería sentirse más que nunca como en casa, y sin embargo se siente más desamparado que nunca. Los personajes de Kafka, Sartre o Camus, entre otros, son hombres que se alejan de la sociedad en la que viven y se quedan flotando en el absurdo. El cine también ofrece un reflejo de esta extrañeza:

De hecho, si juzgamos unas cuantas novelas contemporáneas y algunas películas, lo más normal es que el único consenso posible que encontremos sea la comprobación de la fragmentación del yo. 12.

El género del sin sentido ha pasado a ser propiedad, en efecto, no sólo del café existencialista, sino también de Hollywood 13.

Visto el contexto en el que el novelista se ve obligado a desenvolverse, ¿cuál es, según Percy, su misión en el mundo moderno y dualista donde nada tiene sentido?

El novelista (…) se parece, más que a un profeta, a un canario de aquellos que los mineros solían bajar consigo a las galerías para que les advirtiera a tiempo de la presencia de gas en el ambiente: si el pájaro se inquietaba, piaba lastimeramente y se desplomaba, los mineros entendían que había llegado el momento de escapar de la superficie y ponerse a reconsiderar las cosas. 14.

El novelista que tiene en mente Percy, además de advertir de los peligros que nos acechan, no escribe por mera diversión o entretenimiento.

Los placeres de la literatura, la gratificación emocional del lector y el escritor, son secundarios. 15.

La literatura y el arte tienen ante todo un papel cognitivo, es decir, que explican el estado de las cosas, el modo en que las cosas son y están. Con otras palabras:

Lo que viene a mi mente cuando pienso en un escritor que se sienta para crear algo nuevo, por modesta que sea su creación, no es la imagen de un hombre que se dispone a entretener o a instruir o edificar al lector. Es la imagen, más bien, de un científico que ha llegado al callejón sin salida de una hipótesis tradicional que ya no cuenta con datos en la mano. 16.

En el Festival Chejov, hablando sobre el escritor ruso, dirá lo siguiente:

El caso es que algo va mal, y una de las tareas del novelista serio es, si no aislar el bacilo bajo el microscopio, al menos poner un nombre a la infección, explicar lo inexplicable. Para no agotar la analogía, el trabajo del artista en tiempos como el nuestro no es seguramente como el del patólogo cuyo material es el cadáver y la pregunta es: ¿qué está mal?, sino ¿de qué murió el paciente? Es como decir que la misión de la literatura es como la de un físico comprometido con la esperanza. 17.

En este fragmento Percy relaciona al científico con el novelista. Es aquí donde radica su peculiar concepción del escritor de novelas, influenciada por su estancia en el sanatorio y sus años como médico. El novelista del siglo veinte, por tanto, debe poseer cierto olfato para el diagnóstico. Gracias a ese olfato el escritor advierte que algo va mal y su misión consiste en nombrar la enfermedad que provoca los síntomas anómalos. De este modo el novelista de nuestros días es algo así como un psiquiatra perplejo mirando al paciente que en cierto modo vive en el mejor de todos los mundos posibles y que sin embargo está sufriendo una depresión y una ansiedad que no comprende, alguien que se da cuenta de que algo va mal, y que pretende, mediante el método científico en su acepción original (aislar las causas y estudiarlas para ponerles nombre y describir el mecanismos de la enfermedad), nombrar la bacteria que enferma las horas del hombre moderno, quien, a pesar de poseerlo todo, de estar más satisfecho y cómodo que nunca, se encuentra alienado, profundamente ensimismado.

Pero existe un inconveniente: lo que para un novelista cristiano como él supone la vida, para el lector del siglo veinte representa una posibilidad más entre otras muchas en el mercado de las ideologías y las religiones. El dilema consiste en que aunque él profesa una fe que le salva a él y al mundo –además de alimentar su arte-, también es verdad que el cristianismo, en cierto sentido, parece haber fracasado. ¿Cómo resolver este dilema? Mediante el “uso novelesco de la violencia, el sobresalto, la comedia, el insulto, o lo extraño, son herramientas de su trabajo diario” 18. El novelista tiene que hacer uso de la catástrofe para que el lector y él mismo puedan volver en sí. Por eso Flannery O’Connor emplea la imagen de un niño ahogándose en el río para hablar del significado del Bautismo 19.

¿Cómo puedo uno escribir sobre el Bautismo como un acontecimiento de gran significación, si el Bautismo ha sido ya aceptado por todo el mundo, pero como un rito tribal menor, casi menos importante que el hecho de llevar a los niños a ver a Papá Noel en los grandes almacenes? 20

Y es que, según Percy, el hecho de “ser novelista y cristiano tiene hoy en día ciertas ventajas y ciertos inconvenientes” 21. La ventaja se refiere al énfasis de la tradición judeo-cristiana en la persona concreta. El Dios de Israel busca al hombre personalmente. Establece un vínculo con Moisés, Jacob, José y otros hombres bíblicos. Es un Dios personal que seduce a la criatura y se manifiesta en su historia particular. No es un ente abstracto como los dioses del Olimpo. Con la Encarnación de Dios en Jesucristo y la institución de la Iglesia en Pentecostés, “los sacramentos, especialmente la Eucaristía, confieren el significado más alto a la cotidianeidad de este mundo. Cosas como el pan, el vino, el agua, el tacto, el aliento, las palabras, hablar o escuchar…” 22 quedan trasformadas. El hecho de ser un novelista cristiano, por tanto, supone una ventaja porque la tradición judeo-cristiana puede ser una herramienta útil para estudiar al hombre concreto al que se enfrenta el novelista. La desventaja, como decimos, es que ya no existe el consenso de la antigua literatura, donde lector y escritor estaban de acuerdo en su visión sobre el ser humano:

En las grandes épocas, cuando la gente comprendía al vecino y tenían unas creencias comunes, grandes historias como la Ilíada o Guerra y paz eran también grandes obras de arte, porque afirmaban los valores inefables que las personas compartían y hacían posible que la gente se reconociera y supiera quiénes eran. Pero hay otras épocas en las que las personas no saben quiénes son ni hacia dónde se dirigen. 23.

O bien:

La estrategia de la novela en el último siglo veinte es seguramente diferente de la ficción de los pasados doscientos años. La literatura en los primeros tiempos puede entenderse como un intento por dramatizar conflictos y resoluciones, por articular y confirmar los valores en una sociedad en la que todavía existía un consenso sobre el sentido de la vida y el mundo y el lugar que ocupa en él el hombre. Dado este consenso, un corpus de significados comunes, era posible para el novelista o para el poeta crear un mundo ficticio en el que el comportamiento de los personajes era comprendido, aprobado o reprobado el lector entretenido, edificado y, en el caso de la gran literatura, su mismo ser y su mundo confirmados e iluminados gracias al trabajo del novelista. 24

La pérdida del consenso de épocas anteriores implica que en nuestra sociedad moderna las antiguas palabras cristianas ya no significan nada:

…el cristianismo, en cierto sentido, parece haber fracasado: su vocabulario se ha quedado anticuado (…)

 Las viejas palabras de gracia y salvación se han vuelto blandas como fichas de póker: se ha producido una cierta devaluación (…)

El novelista cristiano de hoy en día es como un hombre que encuentra un tesoro oculto en el desván de una casa antigua, pero escribe para gente que se ha mudado a las zonas residenciales y está harta de casas antiguas y de todo lo que haya en ellas.” 25

 

El novelista católico de nuestro tiempo, en definitiva, debe hablar de Dios sin nombrarlo, limitándose a escribir la realidad tal y como es, puesto que en ella, de forma sutil y escurridiza, se inmiscuye ya la Gracia. El autor, en multitud de ocasiones, rechazó tajantemente el novelista que escribe para salvar almas. Dada su condición cristiana, muchos pueden pensar que el autor busca mediante sus historias el proselitismo. Percy lo rechaza. Le produce aversión. De ahí que casi todos los finales de sus novelas permanezcan abiertos y el personaje sea libre de escoger o no la fe que se le propone mediante la Gracia. La misión del novelista cristiano del siglo veinte es más bien provocar al lector y a sí mismo una especie de catarsis aristotélica. A través de la catástrofe, de la Kenosis, el lector y el novelista vuelven en sí y logran ver el mundo en clave redentora. Y el personaje de Percy, que consciente de su hastío emprende una búsqueda de significado, se enfrenta con la Gracia que lo intenta conquistar habitando lo cotidiano 26.

Walker Percy
FUENTE: gardenandgun.com

 

Notas:

  1. Walker Percy, The Message in the Bottle, Farrar, Straus and Giroux, New York 1995.
  2. Digo sospechosa porque Walker siempre pensó que se trataba de otro caso de suicidio.
  3. Para conocer la figura de William Alexander Percy y las impresiones sobre nuestro autor es útil, por ejemplo, leer los artículos escritos por Percy y titulados Uncle Will y Uncle’s Will House, publicados en Signposts in a Strange Land, Farrar, Straus and Giroux, New York 2000.
  4. Walker Percy, Signposts in a Strange Land, Uncle Will, p. 53.
  5. Walker Percy, Signposts in a Strange Land. Physician as Novelist, p. 191.
  6. William A. Percy deseaba para los tres hermanos las carreras de medicina, leyes o el ejército.
  7. Ver su artículo From Facts to Fiction, publicado en Signposts in a Strange Land, donde dice:

    Lo que sucedió es que mientras trabajaba como patólogo en el hospital de Bellavue en Nueva York, donde mis obligaciones incluían el examen del tejido de pacientes con tuberculosis, contraje la enfermedad pulmonar y de pronto me encontré postrado en un sanatorio en Adirondack Mountains, ante la perspectiva de un año o más de inactividad forzosa, p. 187.

  8. Ibid., p. 188.
  9. Ibid.
  10. Walker Percy, El cinéfilo, ed. Alfaguara, Madrid, 1990.
  11. Esta fragmentación del yo, según Percy, se debe además al dualismo introducido por el filósofo Descartes. En su obra Amor en las ruinas, por ejemplo, Percy se refiere a los dos polos de la brecha cartesiana: angelismo (el hombre como espíritu) y bestialismo (el hombre como un organismo cualquiera), ambos encarnados por distintos personajes.
  12. Diagnosing the Modern Malaise, p 208.
  13. Ibid.
  14. Notas para una novela acerca del fin del mundo, traducción de Manuel Fontán del Junco para Nueva Revista, 47, octubre-noviembre 1996, p. 151.
  15. Diagnosing the Modern Malaise, p. 207.
  16. From Facts to Fiction, p 189.
  17. Diagnosing the Modern Malaise, p 206.
  18. Notas para una novela acerca del fin del mundo, p. 170.
  19. Nos referimos al cuento titulado The River, cuya versión española puede encontrarse, por ejemplo, en la editorial Encuentro (El negro artificial y otros escritos), publicado en Madrid en el año 2000.
  20. Notas para un novela acerca del fin del mundo, p. 170.
  21. Ibid., p. 162.
  22. The Holiness of the Ordinary, en Signpost in a Strange Land, p. 369.
  23. The State of novel: Dying Art or New Science?, Signposts in a Strange Land, p. 140.
  24. Diagnosing the Modern Malaise, p. 207.
  25. Notas para una novela acerca del fin del mundo, p. 168.
  26. En su sentido bíblico, esto es, experimentar un vaciamiento de la propia voluntad que propicie la humildad donde el hombre no rechaza ya su sed de plenitud y busca a Dios desesperadamente. Todos los personajes de Percy experimentan este descenso y emprenden una búsqueda de la trascendencia. De esta forma sus personajes, al contrario que los de Sartre o Kafka, describen un camino con una meta concreta y no acaban dando vueltas en la nada o el absurdo.

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