El Gong del Silencio
Por Miguel Ferrando
Recital de poesía y música, intepretado por Miguel Ángel Cervantes, Arancha Matínez y Jesús Cicuéndez en el Espacio Ronda el 9 de febrero de 2013, incluido dentro de un amplio ciclo de poesía meditada realizado por diversas localidades españolas.
La liturgia de la poesía vive en estos primeros decenios del tercer milenio dudando de su condición, fluctuando entre el recital festivo con psicodelias de vídeos, luces y músicas generalmente aleatorias, y el recitado inteligente, seco, dialogado, concentrado en el análisis minucioso de cada verso.
La poesía como fiesta, como experiencia sensorial, parece debatir con los que la entienden como fuente de conocimiento, son dos tradiciones que se contraponen en una falsa dicotomía, quizás la poesía necesite de ese sonido preciso, de su silencio profundo, del eco de cada una de sus palabras, de sus fonemas, para poder apreciar su verdad, su fuerza gnoseológica, y puede que necesite de ese punto exacto en que la música de cada verso suene fácil y precisa, esa misma música que no es ni más ni menos que su sustancia y su elemento esencial. La poesía no es repetición de mantras o estribillos más o menos sonoros, más o menos efectivos, pero poesía tampoco es la exposición directa de una tesis, de un relato, de una precisa descripción.
Cada poema recitado necesita su rito exacto, su entorno y su luz, su ritmo y su voz, la mirada del recitador y del que escucha, esa misma luz que se reproduce en el lector silencioso cuando descubre un nuevo verso que le explota en su mente y es capaz de iluminarle durante horas, durante días.
Y el recital Los Gongs del Silencio comienza con eso que iguala a la música con la poesía; el silencio. Los poetas Miguel Ángel cervantes y Arancha Martínez o el versátil músico Jesús Cicuéndez conectan nuestra mirada con su silencio concentrado, con sus sonidos futuros, con los ecos de esos cuencos tibetanos, aún por vibrar, o con los versos que vendrán a sorprender y asentarnos en esa forma tan completa (holística dirían ellos) de desgranarnos sus versos, los sagrados versos, con sencillez, con paz.
Quizás la mera liturgia del silencio, las campanas calladas, los cuencos, los gongs, los crótalos, convierten esa calma en vida, las vibraciones sonoras aún dormidas nos anticipan los versos de meditación o amor y cuando las palabras comienzan a sonar nada sorprende, todo fluye en un diálogo ligero y esperado, el verso, cuando por fin suena de labios de Arancha o Miguel Ángel, parece atomizarse, sostener una atmósfera humilde y alegremente armónica.
Poesía con claros ecos orientales, citas del mismo budismo zen,
No soy / pienso que soy / que he sido / Ojos entreabiertos / respiro / exhalo / sigo pensando …”
Haikus, tankas y resonancias del misticismo cristiano, tan cercano a la labor poética de Miguel Ángel Cervantes, que recordemos ya publicó en esta revista Ibi Oculus su Selección de Poesía Mística.
Todo se une y fluye, la exploración intelectual se apaga, florece la observación, las sinestesias, las evocaciones sensoriales, el recuento de emociones, de amores, de humor, de ese suave humor tan asiático.
Cabe plantearse si con estos recitales se retoma un uso antiguo, sagrado quizás, de la palabra, no me atrevería a concluir tanto, pero sí afirmaría que nos encontramos con una poesía al servicio de realidades profundas, de inquietudes y pulsiones potentes que la alejan del juego de experimentaciones vacuas en que se convierte a menudo la poesía contemporánea.
Animo a poetas y exploradores de las profundidades del alma a conocer de esta poesía, de esta experiencia de sensaciones, y constatar el poder de la poesía como herramienta de exploración personal.
Un pájaro no canta por que tenga una respuesta. Canta porque tiene una canción.
Estoy contigo, soy, en ti. Estoy, soy, Conmigo, en mí. Contacto con todo.
Buscando. Iba buscando. Y más cosas perdía. Quietud, en silencio. Comprendí. Quietud, En silencio. Encontré.