La tradición de la vanguardia fuera de Rusia: Alemania

Por Milagrosa Romero Samper

Pero fuera de estas dos ciudades, hay que contar con la Rusia profunda (que sigue siendo muy profunda) y con el exterior. En realidad, ninguno de estos cuatro centros (Moscú, San Petersburgo, la provincia rusa, el extranjero) está aislado, sino que existe un continuo contacto e intercambio. Lo más representativo de la vanguardia poética actual en el exterior procede en efecto de la Rusia profunda, con estrechos contactos con la gran ciudad.

Tal es el caso del matrimonio formado por Rea Nikonova (seudónimo de Anna Tarshis) y de Sergei Sigei (Sigov), establecidos en Kiel, Alemania, pero procedentes del mar de Azov. Junto con su cuñado Boris Konstriktor (Axelrod), residente en San Petersburgo, son el corazón del grupo Transfurista (de furia), que estableció el enlace con las vanguardias clásicas a través de la revista Transponans. Publicada a mano en solo 5 ejemplares para eludir la censura (perfecto ejemplo de samizdat), alcanzó un total de 30 números entre 1979 y 1985. En sus páginas se publicaron poemas de los principales vanguardistas de 1910-20, pero también de poetas como Bakhterev, perteneciente a una generación puente, la de los años 40-50, que vivía todavía y participó activamente en la revista.

En cuanto a la obra de Rea Nikonova, merece destacar su formación y profesión de musicóloga para entender sus poemas vectoriales y constructivos, de marcado carácter visual. En ellos los fonemas se alinean revelando extrañas correspondencias y manifestando la estructura y el ritmo musical del poema. Es más, al ejecutar ante la audiencia los poemas vectoriales visualmente, surgirán los poemas gestuales.

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Composición de Rea Nikonova para Diario Fiorentino, de Milagrosa Romero Samper

Sergei Sigei, por su parte, se declara un seguidor de Marcel Duchamp y su ready made. Aparte de su apego al zaum (trans-mental) y a las diferentes formas de experimentación, destaca ante todo su faceta como artista gráfico de una inventiva inagotable. En sus dibujos poblados de Venus, centauros y seres mitológicos, unos trazos sirven también de vectores que jalonan el ritmo de la composición y funcionan como líneas de fuerza. Ambos autores han publicado sus obras en Ediciones del Hebreo Errante.

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San Jorge y el dragón, de paolo Ucello. Ilustración de Sergei Segei para Diario Fiorentino. Ediciones del Hebreo Errante.

La performance, siguiendo la tradición de las primeras vanguardias, es indisoluble de algunas formas de poesía, como la ya mencionada poesía gestual, o la sound poetry, donde la apariencia del absurdo obedece en realidad al concepto de lo trans-mental o zaum, donde los fonemas tienen un simbolismo propio que hay que liberar. Esta es precisamente una de las especialidades de otro poeta procedente de la Rusia profunda y afincado en Alemania, concretamente en Halle (Sajonia): Sergei Birjukov.

Solo o acompañado de su hija Elizaveta, concertista de flauta traversa, participa en numerosos festivales que promueve activamente, como fundador de la Academia Zaum y del grupo de teatro universitario DADAZ. Pero Birjukov se mueve no solo por territorios zaum, sino por los de la poesía tradicional, evocadora de una infancia rural o del mundo peterburgués (Sphinx). En palabras del propio autor, sea cual sea su naturaleza, “los poemas son un material difuso, radiactivo y, a fin de cuentas, penetrante y peligroso. Quizá se deberían imprimir sobre los libros de poesía advertencias especiales”. ¿Dónde reside, pues el peligro de su Esfinge, anclada a las puertas del mar de San Petersburgo? Quizá en el recuerdo, en la memoria. Al contrario que la Esfinge que interroga a Edipo, la de San Petersburgo escucha, benévola, las historias de los marineros, mientras siente pasar los años, los siglos y las muchachas en flor. A través de la Esfinge pasan además los campos y los ríos de la vieja Rusia (memoria-identidad del poeta); el olor a manzanas, pero también los trenes, los diálogos absurdos de los filósofos contemporáneos, y el amor en Internet. Testigo de la velocidad y de lo efímero, la Esfinge, custodia, en su memoria libre de virus informáticos, lo eterno.

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Esfinge a orillas del Neva