Anna Golubkova: reseña biográfica, por Milagrosa Romero Samper
Anna Golubkova (de nombre literario Anna Sapegina) nació en 1973 en la antigua ciudad rusa de Tver (Kalinin, según el nombre bastardo de la época soviética), en su tiempo Gran Principado rival de Moscú. Como señal y recuerdo de la victoria de Moscú y la sumisión de Tver, la calle principal de la capital rusa se llama Tverskaia.
El hecho de nacer en una ciudad que en tiempos antiguos perdió su libertad y en otros más recientes incluso su nombre, no es baladí a la hora de comprender la personalidad y la obra poética de Anna Golubkova.
Estudia Historia en la universidad de su ciudad natal, para trasladarse a Moscú donde reinicia sus estudios, esta vez de Filología.
Publica libros de cuentos y poemas, e incluso escribe dos novelas. Como filóloga es conocida sobre todo como autora del libro dedicado a la obra crítico-literaria del filósofo ruso R. R. Rozanov, uno de los personajes más enigmáticos y extraños de la Edad de Plata, un periodo muy breve de 10-15 años interrumpido violentamente por la Gran Guerra y sepultado de forma definitiva por la revolución.
Si queremos hablar en términos generacionales, cosa no indiferente en el caso de un poeta, Anna Golubkova termina la enseñanza media y empieza sus estudios universitarios en una ciudad de provincias exactamente cuando se desploma un sistema soviético totalmente podrido, con todos sus «valores», esquemas mentales y costumbres sociales.
Todo cambio, incluso el aparentemente más insignificante, es percibido por las personas que lo viven como la destrucción de un mundo, aunque se trate de un mundo que odian. Ahora ya no existe ningún mundo, ni siquiera el odiado. Es la infinita soledad del hombre que se queda sin mundo, ante un vacío poblado de espectros que solo en apariencia son seres humanos. Podríamos preguntarnos si es posible la poesía en este vacío donde solo viven sombras. Odiseo desciende al Hades y habla con los espíritus de los muertos, pero ellos hablan de la vida, y solo la vida tiene valor absoluto para ellos, aunque estén cerrados en el oscuro vacío del abismo.
Las sombras que pueblan el mundo de Anna Golubkova no hablan de la vida ni de la muerte. Solo se escucha una voz, indomable y clara, la del Poeta. Y esta voz es en si misma un mundo, vivo y real. A fin de cuentas, si muere el mundo, el Poeta no muere nunca.