Los que bebemos del pozo, no hemos de olvidar a aquellos que lo cavaron - Refrán chino



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poético mundo
Selección de poesía mística y paradigma trascendente en el mundo
Por Miguel Ãngel Cervantes. Fotografías de José del Río Mons
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Desierto Chatt el Djerid, José del Río Mons



Recogemos aquí una breve muestra de poesía mística y paradigma trascendente en lengua no hispana. En lo relativo a la poesía mística se ha seguido la orientación de Miguel de Santiago, de acuerdo con los criterios expuestos en el artículo «Poesía Religiosa, Poesía Mística», recogido en la sección «el banquete» del número 2.

Oh Sae-Young (Coreano)
Charles Péguy (Francés)
Drutmar Cremer (Alemán)
Guido Gezelle (Belga)
Jorge De Lima (Brasileño)
Sohrab Sepehrí (Persa)
Patrice De La Tour Du Pin (Francés)
Kim Namjo (Coreana)
Liubomir Levchev (Búlgaro)
Abd Al-Wahhab Al-Bayati (Iraquí)
Mateja Matevski (Macedonio)
Sully Prudhomme (Francés)
Rainer Maria Rilke (Checo)
Mitsuhiro Sawamura (Japonés)
Alice Meynell (Inglesa)
Han Yung Un (Coreano)
Vintila Horia (Rumano)
Odiseas Elitis (Griego)
Javad Nurbakhsh (Iraní)
Eugenio Montale (Italiano)
Percy Bysshe Shelley (Inglés)
Paul Claudel (Francés)
Madame De La Mothe (Francesa)

 

Oh Sae-Young (Young-Guang, 1942)


BORRARME A MÃ MISMO

 

Vivir junto a la montaña,

en la montaña,

es transformarse en montaña.

Si el árbol borra al árbol

se vuelve bosque.

Si el bosque borra al bosque

se vuelve montaña,

es borrarme a mí mismo.

Borrarme es

borrarte,

como una campánula

que florece de melancolía

toda la noche.

Si el rocío borra al rocío

se transforma en niebla,

si la niebla borra a la niebla

se transforma en cielo puro.

Así, vivir junto a la montaña,

en la montaña,

es borrarme a mí mismo.


                                       (De Sueños del barranco)



 
Charles Péguy (Orleans, 1873- Villeroy,1914)

(…)

Ese vuelco que todo lo tenemos que hacer para con Dios,

Dios lo haga el primero, que comience a hacerlo para con   nosotros.

Todo lo que tenemos que decirle, hacerle, hacer para con él.

Y todo lo que tenemos que tener para con Dios,

Dios comienza a tenerlo para con nosotros.

 

El que ama se pone, por eso mismo,

Sólo por eso, a partir de eso en la dependencia,

El que ama cae en la servidumbre del que es amado.

Es la costumbre, es la ley común.

Es fatal.

El que ama cae, se pone bajo la servidumbre, bajo un yugo de servidumbre.

Depende del ser amado. (…)


(De El pórtico del misterio de la segunda virtud)

 

(…)

Qué dulzura, hijo mío, qué firmeza en la dulzura, que dulzura en la firmeza.

La una y la otra juntas, unidas, indisolubles, la una empujando a la otra, la una alimentando a la otra.

La dulzura armada por completo de firmeza, la firmeza armada por completo de dulzura.

La una encerrad en la otra, la otra encerrada en la una, como un doble hueso en un doble fruto.

De firmeza.

Y no hay verdadera firmeza.

Una dulzura mucho mejor garantizada por la firmeza, una firmeza mucho mejor garantizada por la dulzura.

La una llevando a la otra.

Pues no hay verdadera dulzura que no esté fundada en la firmeza,

Vestida de firmeza.

Y no hay verdadera firmeza que no esté vestida de dulzura.

Qué dulzura, qué ternura. El que ama

Entra en la sujeción del que es amado. (…)

 

(….)

O también el antiguo testamento es esa bóveda que asciende por una sola arista,

Por una sola nervadura, y el nuevo testamento

Es misma bóveda que vuelve a caer,

Que vuelve a bajar en forma de capa.

Y la arista que asciende sale de la tierra y es una arista carnal.

Pero esa capa que vuelve a bajar proviene del espíritu

Y es una capa espiritual

Y la arista y la nervadura que asciende sale del tiempo y es una arista temporal.

Pero la capa que vuelve a bajar proviene de la eternidad y es

Una capa eterna.

 

Y la clave de esa bóveda mística.

La clave

Carnal, espiritual,

Temporal, eterna,

Es Jesús,

Hombre,

Dios.

 

Y la creación fue una especie de apertura del tiempo y de cierre, en cierto modo, de la eternidad.

Y el juicio será propiamente el cierre del tiempo

Y la total y definitiva

Reapertura de la eternidad.


(De El misterio de los Santos Inocentes)


 



Drutmar Cremer (Koblenz, 1930)



LA ORQUESTA DE LA VIDA
    

Tú me conquistarás, Señor, con tu hermosura.

Dentro de mi alma suena tu palabra

como una flauta mágica.

 

Tú cantarás, Señor, con mi aliento

y me transportarás,

entre dorados sueños,

a una gloria de vida

y eterna melodía.

 

Tú tocarás, Señor, con ligera mano el arpa

y me atraerán a Ti tus melodías

como el lucero del alba en la noche

con danza luminosa.

 

Tú tocarás, Señor, para mí

un “allegro†con sones de clarín.

Así despertaré dando gritos de júbilo

abriéndose, bañados en tu sol mis jardines.

 

Tú edificarás, Señor, para mí

el arca de la esperanza

donde se abrazarán cantando

el nacimiento y la mortal angustia.

 

Nuevas ideas,

claras como el cristal,

irán nuevas visiones descubriendo.

 

El son de tu orquesta

revelará misterios ocultos,

y podré con mi mano

alcanzar de improviso al cielo.


     (De Cantarás en la aurora un cántico nuevo)

 


 


Guido Gezelle (Brujas, 1830- 1899)

 

PEQUEÑOS POEMAS (III)


Alma que Dios me dio, intangible,

aliento de Dios, su imagen,

su instrumento para él solo,

tocado por la mano de Dios;

potencia triple, una en ser,

como Dios lo es inefable,

habla, alma mía, y al que te creó

                                               ¡Gloria!

 

 

 

EGO VIGILABO

 

Ya no hay sol, la luz se fue,

la noche cae ya, la muerte se ha llevado

la victoria en nosotros, que antes

estábamos pletóricos de vida, y libres.

Se fue el sol, que alegra al hombre y a la tierra

Y al pueblo rápido de los celestes arpistas.

 

Se callan ya, privados de lengua y de palabra;

se entristecen ya: se apagó la luz del sol;

y donde se han marchado y esconden sus cabezas

no oigo ni la menor voz ni aliento:

están ahí las densas tinieblas lejanas

que extinguían el canto y el sol.

 

¡Pero dentro de mí vive la luz y la voz!

Dentro de mí escuchando y hablando Alguien

a quien no detienen ni día, ni muerte, ni tinieblas,

ni nada: hasta enmurado de acero y de piedra

el que entra dentro de mí, el único,

dice, aunque me encuentre en sueño: «¡Yo velo!»



(De Poemas, cantos y oraciones)



 


Jorge De Lima (Alagoas, 1895- Río de Janeiro,1953)



Pastor, José del Río Mons
 

CONTEMPLACION

 

Si eres ciego de nacimiento o quedaste ciego luchando, cree.

Y entonces la vista volverá; y tú sufrirás viendo sufrir al mundo;

sin embargo, pide más, pide contemplación:

y la Gran Faz descenderá cuando duermas, y quedarás un ser extraño,

con cien órbitas cubriendo tu piel bruta;

y no podrás caminar más entre los hombres para no

atropellarles con tus visiones terribles,

con las ruedas aladas que te transportarán a los montes

donde las zarzas sagradas arden bajo el Divino Rostro.

Pero el fuego del infierno vendrá a caldearte

o a extinguirte o a probarte también.

Y te entregarán a los arenales del desierto,

que arderán a tus pies como una hoguera inmensa.

Y si no te desvías de la divina Presencia,

serás el acero de Dios,

serás el espejo divino

que reflejará la luz sobre el mundo apagado.

 
  (De La túnica inconsútil)

 





Sohrab Sepehrí (Kashán, 1928-1980)
 


DESIERTO SIN SALIDA

Era mediodía,

hora inicial de Dios.

El casto desierto pedregoso

escuchaba

el murmullo mítico del agua:

ojo abierto

a los planos múltiples de la percepción.

La cigüeña, simple accidente blanco

al borde del estanque,

bañaba su deliciosa presencia

en la imagen pura del aislamiento.

El ojo se abría paso en la pausa dilatada del agua.

El sabor puro de los signos

se borraba en la alegría del salitre.

 

¿Hasta qué punto del desierto

el jardín verde de la proximidad extenderá

el puro rostro de un dulce sueño?

 

Oh, tú, pausa sublime en los límites de las hierbas de la proximidad,

¿en qué sentido de nuestro mirar

la nada esbozará la irisación?

Y el hombre,

¿será un día descubierto

como canto de la ofrenda

en la palabra del espacio?

 

¡Oh tierno comienzo!

¡Qué añoranza de las palabras fascinadas!



¡Y YO QUÉ SOLO!


 

¡Oh tú, ser digno de la cumbre! En la montaña del alba,

         tu canto y una planta en oración.

Hice barro de mis penas y tendí un puente

hasta la roca del Amigo.

Heme ahí, con la porcelana de las tinieblas

y el emanar del misterio eterno,

la cabeza apoyada en la piedra; y fresco es el aire

y un plátano que se abre al pensamiento

y un alma llena de efusiones del Amigo.

¡Qué ligero es mi sueño, qué alta la nube de la oración,

qué hermoso está el matorral de la vida, y yo qué solo!

Solo yo

y la punta de mis dedos en la fuente de la memoria

y las palomas a la orilla del agua,

también la risa de la ola,

el cuerpo de la abeja en la verdura de la muerte

y el esplendor en la garra del viento.

Soy todo brechas hacia el jardín

de la armonía entre el pino, el pavor y yo mismo.

Y ahora es mi Hora:

¡Oh puerta abierta a las alturas!

¡Oh camino que lleva al silente loto del mensaje!

 

(De Todo nada, todo mirada)

 


 



Patrice De La Tour Du Pin (París,1911-1975)

 

PREFACIO

Amado, si en alta noche pascual me elevas,

esta noche grandiosa entre las noches del mundo,

esta noche que reúne los tiempos y los mundos,

 

si quieres conceder al hombre de alabanza

para Ti, Alabanza, y no por lo que él es,

una gracia mayor que paz y confianza,

una claridad ínfima que le pueda exaltar,

 

si quieres mantenerle dentro de este misterio,

en la explosión que sube del seno de esta noche,

del fuego que ha incubado del todo hasta su incendio,

al consumir en Ti lo que era de la tierra,

sin juzgarle ya, que al momento sería destruido…

 

Amado, si te dignas estrechar en tus labios

su boca todo el tiempo de esta travesía,

consagrar la saliva y el aire al respirar,

 

si te dignas alzar al oriente de Pascua

uno a uno los rayos de los signos del cielo

sobre la historia humana, y todas las llamadas

del eterno domingo a la semana en sombras,

 

si en fin tocas las aguas mismas de tu bautismo

para que nos den llama y esplendor sin quemar,

y si soplas tu Espíritu sin hacer vacilar

esta tienda formada de vieja carne humana

que has renovado al fuego tan dulce del amor…

 

Amado, en la bendita noche, si es que es posible

que el vientre en dolores de esta tu creación

su voz siga tu himno y engrandezca tu Nombre,

 

y con mandar tan sólo a los ángeles cantores

sostener tu cantor, Tú le dieras amor

a través de esta sombra encinta de tu Día,

y le dieras del gozo tanto que él lo expresara,

 

¡Oh Bienhechor, Señor, que haces el bien del paso

del germen de la Vida hasta su floración,

único que no acaba en la desolación

y que ha pasado entero el temible naufragio,

permítele que pueda cantar tu bendición!
(….)  

   (De El segundo juego)

 

 



Kim Namjo (Daegu, 1927)

 

Cantar de los cantares

 

Desde las más profundas raíces

hasta la cima más alta

se impregnan de mi soledad.

Y yo, sólo a ti me puedo ofrecer.

Del oriente

al occidente,

envolviendo al cielo,

un remolino

que gira y gira,

y vuelve a mí.


(De Si estás solo, sé mi amor)

 

 


Liubomir Levchev  (Toian, 1935)


 

SABIDURÃA


Despierto tal si fuera expulsado

del jardín de un pobre sueño placentero.

Y para el eterno parece que aún no estoy preparado.

Y sigo acostado así. No dentro. Ni fuera.

Ni arriba. Ni abajo. En ningún lugar de nadie.

No tengo fuerza ni siquiera para abrir los ojos.

Y sólo tú como un sonido dentro de mí brotas.

Y suenas como ala.

 
     (De Del más allá)

 


 


Abd Al-Wahhab Al-Bayati  (Lima, 1884- Madrid,1959)




Desierto 1, José del Río Mons

 

LA DIOSA

I

En vano te esperé durante veinte años

en el exilio y al fin te he hallado en mi tierra,

ah diosa, paloma sagrada!

Eres mi patria y mi destierro,

el poema esperado.

Cuando te miro, la vida se propaga por mis venas.

Cuando te desvaneces, se apagan el fuego y la nube,

el relámpago, la lluvia en mi corazón.

Ah, diosa que has vencido a todas mis deidades

y has ocupado como una reina su trono!

He creído en ti,

en tus palabras,

en tus actos creadores, en cuyos trazos he visto

nacer de nuevo el sol del mundo.

 

(…)

 (De Libro del mar)

 


 


Mateja Matevski (Estambul,1929)


DESAPEGO

 

El esfuerzo para despegar

para descolgar

quitar

del abrazo de las cosas duras

en el espacio que encadenaron

 

Tú estás sobre él

y la piedra en ti pesa

estás sobre ellos

y a través de ti fluyen hierbas amargas

 

El engrudo de la tierra no existe

y aprieta aprieta

 

Entonces ¡Venga despégate

y márchate!

siempre más lejos

de las clausuras

de las paredes

elevadas

El tronco que arranca

o bien el pensamiento que retorna

en el aire irradiado

 

Incluso cuando el viento está sosegado

no se calma el río

que fluye en ti

 

 

 

PLENITUD

 

De trocitos menudos

de pequeños trozos

nimios

de arena

de polvo de arena

de guijarros

de guijarros cuarcíferos

de piedra

de pétreas rocas

de aire

de aire ventoso

de nube

de nublada agua

sobre la arena que cae

sobre los guijarros sobre la orilla

sobre la pétrea roca

por el viento soplada

hacia el cielo volcado

hacia la masa del cielo sofocado

par construir

para edificar

para crear

todo


 (De Torre negra)

  




Sully Prudhomme (Paris, 1839- Châtenay-Malabry,1907) 



SURSUM CORDA

 

 

¡Oh Naturaleza! Si todos los astros, engañando la mano que los conduce, chocasen entre sí por azar y se deshiciesen en la noche;

 

o si esos focos grandes y pequeños, devorados lentamente por la sombra desapareciesen de repente como una flota que se hunde,

 

tú podrías repoblar el abismo y encender un nuevo firmamento más suntuoso y sublime valiéndote sólo de la tierra,

 

pues par devolver al infinito todas tus luminarias te bastaría con sacudir la ceniza humana que dormita en el fondo de las tumbas.

 

La ceniza de innumerables corazones, sepultados, pero ardientes aún, en los que persisten mares inmortales, inalterables en la muerte.

 

Bajo la tierra, cuyas entrañas absorben los corazones muertos, ¡cuántos tesoros de ardor amontonados en seis mil años de duelos!

 

¡Cuántos rayos invisibles duermen en la sombra del sepulcro! ¡Qué semilla sideral en el polvo de las pasiones!

 

¡Sí! ¡Aunque perezcan los viejos soles bajo la bóveda infinita, con los relámpagos del genio harás tú mediodías como los tuyos!

 

Harás noches henchidas de diamantes, dándoles por nebulosas todos los sueños de los corazones enamorados.

 

Las solitarias estrellas diseminadas por el azul sombrío, las harás de los corazones austeros en que vela un fuego inextinguible y profundo,

 

y ese blanco camino que parece un arroyo de leche, lo harás de la alegría pura y serena de los corazones muertos antes de llegar a su estío.

 

Harás que surja entera la antigua estrella Venus de un átomo del polvo de los corazones que más se abrasaron en su fuego.

 

Y los corazones enérgicos, fuertes para la resistencia y para el ataque, volverán a formar el Zodíaco, en que estuvieron clavados los Titanes.

 

En cuanto a mí, pobre grano de arena entre la multitud de los muertos, si lo que tengo de imperecedero ha de brillar en el cielo de entonces,

 

¡que a su despertar renazca de mis cenizas un astro generoso! ¡Que se encienda en el fuego de mi juventud el sol más cálido y más claro!

 

Y devolviendo su primitiva llama a Sirio, vencedor de la noche, ¡haz revivir su púrpura con toda la sangre de mi corazón!


 (De Las vanas ternuras)

 



Rainer Maria Rilke (Praga, 1875- Val-Mont,1926)


(…)

 

OH tú, Dios Vecino, si en la larga noche

te llamo más de una vez con recios golpes,

es porque apenas te siento respirar,

y porque sé que estás tu sólo en la sala.

Y si algo necesitas nadie está ahí

para acercarte el vaso que a tientas buscas.

Yo escucho. Hazme una pequeña señal.

Muy cerca estoy de ti.

 

Sólo una leve pared entre nosotros,

casual. Pues bien pudiera ocurrir

que la derribase sin ruido alguno

un grito de tu boca

o de la mía.

 

Pared con tus figuras levantada.

 

Que cual nombres se alzan en tu presencia.

Y si la luz de pronto en mí se inflama,

luz que con mi hondura te reconoce,

su brillo se extingue ya en sus marcos.

 

Y mis sentidos que de pronto se paran,

alejados de ti, están sin patria.

 

 

 

 

 


 

 

TÚ, oscuridad de la que yo desciendo, 
te amo más que a la llama 
que delimita el mundo, 
porque ella está brillando 
tan sólo para un ámbito 
fuera del cual no hay ser que la conozca. 

Pero la oscuridad lo abarca todo: 
formas y llamas, animales, yo, 
tal como lo ha apresado: 
personas y poderes... 

Y puede ser: una energía inmensa 
se mueve junto a mí. 

Creo en las noches. 

 


 (De El libro de las horas)

 

 


Mitsuhiro Sawamura (Shikoku, 1921)


PLENITUD

 

 

     Tú eres un fuego oscuro,

que se levanta hacia el cielo

dentro de mis ojos ciegos.

Eres un pecho vacío

que echó fuera las hojas y las ramas.

Eres la clara transparencia

que me ama desinteresadamente.

Eres la novia única

que todos los hombres perdieron.

Tú nos haces sufrir con tu misericordia.

Tú eres el conjunto de todas las incomprensiones,

y titilas más refulgente que una estrella.

 

     Te dije que estoy ciego,

que no puedo ver la luz,

y tú me contestaste:

«No. ¡Sólo puedes distinguirme a mí y a ti

dentro de la luz!». 

 

 


 (De Al filo de la media noche)

 

 


Alice Meynell (Londres, 1847- 1922)

 

Kenia, José del Río Mons


EL DIOS IGNOTO

 

 

Uno se levantó, entre la muchedumbre:

hincado de rodillas ante el vaso sagrado,

al Señor recibió, fuese en paz, y muy cerca

de mí se quedó orando. Y en mi corazón, dije:

 

«¡Oh Cristo!, que en la vida

de este desconocido, que es tuyo, has penetrado:

en su bien y en su mal, en su pugna y ventura

y en su querer, bastión que asalta el enemigo:

 

aquí yo te confieso,

viviente en esta vida; te sé cerca, escondido

en esta solitaria conciencia, prisionero

del día solitario de este hermano.

 

Cristo en su corazón ignorado, en su mente

ignorada; en su amor y su saber, en esta

batalla y esta paz y este destino

que no he de saber nunca, ¡vuelve hacia mí tus ojos!

 

¡Oh Cristo!, en sus alientos, ya en lo eterno contados,

Cristo en su corazón que palpita y su muerte,

¡oh Cristo en su misterio! Desde este oculto sitio,

desde esta separada mansión, dame tu gracia.»  

 

 (De Obra poética)

 



Han Yung Un (Manhae, 1879-1944)

 

SEAMOS uno

Amado mío, si quieres poseer mi corazón

llévame contigo para que tú y yo seamos uno.

Si no, dame tu corazón y no sólo dolor.

Entrégate a mí para que seamos uno.

Si eso tampoco puede suceder, devuélveme el corazón y dame dolor

Para que con mi corazón ame el sufrimiento que me das.

 



 

 

AMO el «Amor»

 

Tu rostro es la estrella silenciosa del cielo de la primavera.

Pero también hay un rostro como la media luna que brota entre las nubes rotas.

¿Si quiero solamente el rostro bonito, por qué bordo las estrellas en la cubierta de mi almohada en lugar de bordar la luna?

 

Tu corazón es el jade virgen sin mancha alguna. Pero también tienes el corazón hermoso, claro y duro como una piedra preciosa?

 

Tu poema es sauce de oro que brota nuevamente por la lluvia de primavera.

Pero hay también los poemas que parecen liras floreciendo en el mar negro como aceite oscuro.

¿Si quiero solamente las frases buenas, por qué canto el sauce en lugar de cantar las flores?

 

Cuando nadie en el mundo me amaba, nada más tú me amabas.

Te quiero. Amo el «Amor» tuyo.

 

 

 (De Su silencio)

 


Vintila Horia (Segarcea, 1915 - Collado Villalba, 1992)

 

RECUERDOS DE LA SANGRE

 

 

Ya sé, mi Dios, que el mundo se vuelve

cada día más pequeño

y que con cada muerte se ensanchan

los límites del paraíso.

 

Ya sé que tu pasión para mí

Es más ardiente que mi llama mortal.

Y que mis sentidos me desparraman

como un trigo inútil en el viento tardío.

 

Pero saber es poder olvidar.

Saber, mi Dios, es agarrar

las faldas de tu blanco sayal

y buscar allí, como un perro cansado,

la melancolía de tu inmenso dolor humano.

 

                                                                       * * *

 

Paisano Dios,¡ay qué lejos el tiempo

en que paseábamos juntos por las calles de aldea!

Había una casa para mí,

y, en torno, el bosque, el gran bosque del mundo.

 

El pájaro carpintero construía relojes

en los troncos apenas manchados de tiempo,

y el sol, atado a la tierra como una cabra de oro,

despuntaba la hierba en la pradera del cielo.

 

¡Ay qué lejos el tiempo en que tu mano

era visible y triste como un campo arrugado!

Cuando se abrían tus ojos azules,

Amanecía. Cuando se cerraban, anochecía.

 

 

                                                                       * * *

 

¿Dónde estás hoy, paisano Dios?

Dame tu mano, caliente

por haber manejado las estrellas

toda la noche, el sol todo el día.

 

No estoy solo, no, como solían

decir los poetas románticos.

Tengo una amada en la ventana

y un hermano más allá del océano.

 

Y una patria más bonita que la cara

de un ángel me espera

más allá de las cortinas del tiempo

y la estoy buscando como un perro a través

de las malas hierbas del espacio.

 

Corazones amigos laten para mí

en todos los rincones del mundo.

Dame tu mano, paisano Dios,

para hacerte sentir el ritmo de mi poblada soledad.

 

Dame tu mano, cuyos dedos esculpieron

los míos, cuyas uñas divinas

escarparon mi lugar en la vida.

Deja un segundo tu mano infinita

En mi temblante mano de poeta.

 (De Obra poética)

 


Odiseas Elitis (Heraklion, 1911- Atenas,1996)

 

XV

 

 

     Dios mío, así tú me quisiste y ahora yo te correspondo

El perdón no he otorgado,

     a rogar no he consentido,

el yermo he soportado como el guijarro.

     ¿Qué, qué, qué más me aguarda?

Los rebaños de estrellas a tus brazos dirijo

     y el Alba, antes que yo pueda impedirlo,

lejos, en sus redes se los ha llevado,

     ¡y así tú la quisiste!

Colinas con castillos y mares con frutales

     afianzo en el aire

La campana del crepúsculo, lentamente, se los bebe,

     y miradlas caen de nuevo

bajo la daga de julio,

     ¡y así tú la quisiste!

Así pues, ¿qué más, qué nueva prueba me aguarda?

     He aquí que tú hablas y yo me hago realidad.

Arrojo la piedra y a mí me alcanza.

     Ahondo en la minas y trabajo los cielos.

Persigo a los pájaros y en su peso me pierdo.

     Dios mío así tú me quisiste y ahora yo te correspondo.

Los elementos que eres,

     días y noches,

soles y estrellas, tormentas y calma,

     subvierto en orden y en contra las pongo

de mi propia muerte,

     ¡que así tú la quisiste! 

 


 (De Dignum est)

 

 


Javad Nurbakhsh (Kerman, 1926)

 


XV

 

 

13. Desde el principio nos olvidamos de nosotros mismos

cuando no ocupamos con esa Bella Imagen.

Con la pureza nos derrotamos a nosotros mismos,

hasta que los intentos del corazón lograron la victoria.

Al convertirnos en nuestros propios enemigos,

vimos que era alabanza nuestra negación.

Con los ojos de a Unicidad, desciframos su punto

en todo, en cualquier línea o en cualquier volumen.

Aquí no hay cabida para la palabra:

ciertamente no hay nada, salvo Él.

 

 

 

 

 

30. No hay separación entre el que ama y el Amado,

no hay intermediario entre los dos.

Ve, y lava con el agua de la Unidad la contracción del «yo»,

para poder abrirte a la expansión.

Deja atrás a tu «yo» y mira que eres Él,

no pienses que hay un límite entre ambos.

En tu ascensión a la más alta excelencia del hombre

puedes perder la cercanía de lo divino.

Por eso, mientras no hayas llegado a lo Buscado,

no podrás descansar ni un solo instante.

 

 

 (De Diwan de poesía sufí)

 




Eugenio Montale (Genova, 1896- Milan,1981)

 


Desierto Chatt el Djerid 3, José del Río Mons

 


LIV

 

 

Esa luz que ilumina el Universo

con su sonrisa, esa Belleza siempre

inagotable que circula en todos

los seres, esa Gracia que no extingue

la oscura maldición del nacimiento,

ese Amor perdurable que traspasa

con su luciente y turbio ardor de tela

de la existencia, urdida ciegamente

por hombres, animales, vientos, tierra

y mar –espejos todos del gran fuego

que un total anhelo los enciende-,

ahora destella sobre mí y consume

de la mortalidad la última niebla.

 

 

 

ODA AL CIELO

                                                                  

PRIMER ESPÃRITU

 

¡Palacio y techo de estrelladas noches!

¡Oh paraíso de doradas luces!

Profundo, vasto, inabarcable,

que eres ahora, que antes fuiste

del Presente lo mismo que el Pasado,

del Donde y Cuando eternos,

cámara regia, templo, hogar,

bóveda y dosel siempre

de actos y edades que aun son del Futuro.

 

Gloriosas normas en ti tienen vida,

la Tierra y todo su cortejo,

vívidos globos que en tropel habitan

tus profundos abismos, tus desiertos,

mundos que se deslizan florecientes,

astros veloces de brillante rastro,

lunas del más luciente y frío hielo,

y poderosos soles tras la noche,

átomos de la luz más intensa.

 

Hasta tu nombre es el de un dios, oh Cielo,

pues tú eres la morada

de ese Poder que es cristalino espejo

en el que su naturaleza mira el hombre.

Y las generaciones a su paso

se ponen de rodillas y te adoran.

Ellas iguales que sus fugaces dioses

ruedan hacia lo lejos como un río;

tú permaneces inmutable siempre.

 

 

SEGUNDO ESPÃRITU

 

Tú no eres nada más que la primera

morada de la mente, cuyo torno

sus juveniles fantasías trepan,

cual débiles insectos en su cueva,

iluminada de estalactitas;

y el portal del sepulcro

en donde un mundo de delicias nuevas

hará que tu mejor gloria parezca

sólo un fulgor de mediodía oscuro,

de la sombra de un sueño.

 

 

TERCER ESPÃRITU

 

¡Paz! El abismo está colmado

de un gran desdén hacia tu presunción, oh pobre

y miserable átomo viviente.

¿El cielo, di, qué es, qué sois vosotros,

los herederos de su breve espacio?

¿Qué son los soles, as esferas

que huyen con el instinto de ese Espíritu

del que vosotros sois sólo una parte? Gotas

que el corazón potente

de la Naturaleza

lleva a través de las más finas venas.

                ¡Parte!

 

Di ¿qué es el cielo? Un globo de rocío

que en la mañana nueva hinche unas flores

cuyas hojas recientes se despiertan

en un mundo increíble:

constelados soles inmóviles,

inmensurables órbitas se pliegan

en esa frágil, desvaída esfera

en donde se congregan a millares

para temblar, brillar, y hundirse luego.

 

 

 

 (De Adonais)


 

 

 
Percy Bysshe Shelley (Field-Place, 1792- Viareggio,1822)

 


LIV

 

 

Esa luz que ilumina el Universo

con su sonrisa, esa Belleza siempre

inagotable que circula en todos

los seres, esa Gracia que no extingue

la oscura maldición del nacimiento,

ese Amor perdurable que traspasa

con su luciente y turbio ardor de tela

de la existencia, urdida ciegamente

por hombres, animales, vientos, tierra

y mar –espejos todos del gran fuego

que un total anhelo los enciende–,

ahora destella sobre mí y consume

de la mortalidad la última niebla.

 

 

 



ODA AL CIELO

                                                                  

PRIMER ESPÃRITU

 

¡Palacio y techo de estrelladas noches!

¡Oh paraíso de doradas luces!

Profundo, vasto, inabarcable,

que eres ahora, que antes fuiste

del Presente lo mismo que el Pasado,

del Donde y Cuando eternos,

cámara regia, templo, hogar,

bóveda y dosel siempre

de actos y edades que aun son del Futuro.

 

Gloriosas normas en ti tienen vida,

la Tierra y todo su cortejo,

vívidos globos que en tropel habitan

tus profundos abismos, tus desiertos,

mundos que se deslizan florecientes,

astros veloces de brillante rastro,

lunas del más luciente y frío hielo,

y poderosos soles tras la noche,

átomos de la luz más intensa.

 

Hasta tu nombre es el de un dios, oh Cielo,

pues tú eres la morada

de ese Poder que es cristalino espejo

en el que su naturaleza mira el hombre.

Y las generaciones a su paso

se ponen de rodillas y te adoran.

Ellas iguales que sus fugaces dioses

ruedan hacia lo lejos como un río;

tú permaneces inmutable siempre.

 

 

SEGUNDO ESPÃRITU

 

Tú no eres nada más que la primera

morada de la mente, cuyo torno

sus juveniles fantasías trepan,

cual débiles insectos en su cueva,

iluminada de estalactitas;

y el portal del sepulcro

en donde un mundo de delicias nuevas

hará que tu mejor gloria parezca

sólo un fulgor de mediodía oscuro,

de la sombra de un sueño.

 

 

TERCER ESPÃRITU

 

¡Paz! El abismo está colmado

de un gran desdén hacia tu presunción, oh pobre

y miserable átomo viviente.

¿El cielo, di, qué es, qué sois vosotros,

los herederos de su breve espacio?

¿Qué son los soles, as esferas

que huyen con el instinto de ese Espíritu

del que vosotros sois sólo una parte? Gotas

que el corazón potente

de la Naturaleza

lleva a través de las más finas venas.

                ¡Parte!

 

Di ¿qué es el cielo? Un globo de rocío

que en la mañana nueva hinche unas flores

cuyas hojas recientes se despiertan

en un mundo increíble:

constelados soles inmóviles,

inmensurables órbitas se pliegan

en esa frágil, desvaída esfera

en donde se congregan a millares

para temblar, brillar, y hundirse luego.

 

 

 (De Adonais)

 


Paul Claudel (Villenueve-sur-Fere, 1868- Paris, 1955)

  

    ORACION PARA EL DOMINGO POR LA MAÑANA

 

     ¡Amén! ¡En el nombre del padre y del Hijo

     y del Espíritu Santo! ¡Estoy dispuesto, heme aquí!

     ¡Dios mío, he resucitado y estoy aún contigo!

 

     Dormía, y yacía como un muerto en la noche.

     Dios dijo: «¡Hágase la luz!» ¡Y me desperté como se lanza un grito!

 

     Surgí y me desperté. ¡Estoy de pie y comienzo con el día que empieza!

     Padre que me has engendrado antes del Alba, me pongo en tu Presencia.

 

     Mi corazón está libre, y mi boca, pura; en ayunas mi espíritu y mi cuerpo.

     He sido absuelto de todos mis pecados, que he confesado uno por uno.

 

     El anillo nupcial está en mi dedo, y mi faz está limpia.

     Soy como un ser inocente en la gracia que me has otorgado.

 

    ¿Qué pedirte, a Ti que no puedes darme lo que no sea tuyo?

     Esa moneda de oro con el nombre del Cesar, esas palabras con las que  

     agradar a todos.

    
Pero me vas a dar el sol: abro los brazos hasta tu dimensión.

     Veo en lo más alto del cielo un punto de oro, como el día de tu Ascensión.

 

     Acepto este mundo como es, y no pretendo cambiar nada de él.

     Señor, si te me das Tú mismo, ¿qué más puedo querer?

 

     Añade a los Seis días el Séptimo, al que te has reservado.

     ¡Oh! No es Sábado. Es Domingo, y va a sonar el toque de la misa primera.

 

     Brilla el Lucero dolo en medio del Oriente desierto y nuevo.

     Canta el gallo, y Magdalena corre hacia el sepulcro.

 

     ¡Diamante del aire en flor! ¡Surgir del día real!

     Llegas, al fin, mañana de mis nupcias eternas!

 

     El tiempo es corto, y el sol va a levantarse dentro de nada.

     Por eso, lo que vayamos a hacer, hagámoslo pronto.

 

    Como el sacerdote grave  y pronto, que se recoge y se reviste para el Sacrificio,

    armémonos sin prisa ni demora para la parte que nos incumbe.

 

    Como un hombre recién creado, como un instrumento nuevo e intacto,

     toda potencia en mí tiene su objeto, y toda oración es un acto.

 

     Dios, que eres Uno solo en tres Personas, relación sobre la que Cristo

     está crucificado,

     Verbo en quien todo es Palabra, creo lo que Tú dices.

 

    Tú eres la Palabra dada y clavada con clavos de hierro.

    El Signo en que he puesto mi esperanza, lo formo con mis brazos abiertos!

 

     Yo soy el dedo sobre tu herida, soy la mano dentro de tu corazón.

     Tú, el Todopoderoso, no puedes impedir que te ame.

 

     Cúmplase el pronto rito por el que participo de tu eternidad.

     No hay tiempo demasiado corto para este instante de Dios en nosotros indivisible.

 

     ¡Guardemos este juramento entre nosotros! ¡Séllame porque no me disipe!

     Humanidad de Dios sobre mi lengua, clausura mi corazón y mi principio!

 

     En este día Séptimo que hiciste, ¿dónde descansarás, Señor, sino en mi alma?

 


 (De Coronna benignitatis anni Dei)

 


Madame De La Mothe De Guyon (Montargis, 1648- Blois, 1717)

     

ANHELOS DIVINOS DEL ALMA           

 

¡Mi esposo! En su presencia vivo,    

Objeto de todos mis deseos,     

¡Quién sabe qué llama yo concibo.    

Quién puede fácil duplicar sus fuegos!    

¡Qué amable es hoy todo lo que encuentro!   
Del miedo a la desgracia me he librado,   
Y el dolor tan dulce yo lo siento;    
Pues “tú a mí me lo has encomendadoâ€.

               
Transportada tanto y tanto  puedo ver
De riquezas y divinas glorias;    
Y sólo está mi vida para devolver,    
Tómala que es ya felices sobras,    
Tu voluntad es el tesoro que persigo,    
Porque tú eres tan leal y poderoso;    
Permíteme, obediente y mansa, te lo pido,   
Dedicar las horas de este día a mi reposo.

          

Mi espíritu y mi fuerza han fracasado;

¡Acaba tú lo que el amor prendió!    

Destruye la flojera y el pecado,    

¡Habítame en un alma que ya se conquistó!   

Asunto de mi asombro y de mis rezos. 
Yo grito, ¿quién se acerca en su grandeza a ti?    
¡Yo, silenciosa, observar tan sólo puedo!  

Hasta el día en que todo ya sea para mí.

                
Oh, gloria donde estoy  perdida,    
ni aquí baja la plomada del pensar,     
Echada en suerte, a la mar, clar
a y divina.    Absorbida, naufrago sin cesar.    
Aún, perdida y hundida, como sigo,     
Siempre canto la gloria de mi Rey;    
y aun abrumada por tan alto motivo,    
Feliz siempre que cante me veréis.

 


 (De Anhelos divinos del alma)

 
 
Playa, José del Río Mons

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