Durante el curso 2007-2008 un grupo de amigos poetas y escritores nos reunimos periódicamente en el estudio del escritor Pedro Antonio Urbina para celebrar una serie de encuentros poéticos en los que alternamos la lectura de nuestros textos con el acercamiento a la obra de un poeta o artista invitado.
La idea de fundar la tertulia, que denominamos algún tiempo después Esmirna, surgió del propio Pedro Antonio. Así, en el verano de 2007, habiendo dado por concluido su largo ciclo de tertulias de cine, nos propuso al poeta Juan Meseguer Velasco y a mí reunirnos para formar una tertulia de poesía.
Aunque la propuesta no estaba exenta de dificultades, en seguida decidimos suscribirla. Entendimos que ésta podía ser una oportunidad para arriesgar juntos nuestra pasión por la poesía, lo que significaba hacerlo sobre una parte fundamental de nuestras vidas. De hecho, para nosotros, como para el poeta ruso Ivanov, la poesía nace de la vida, y, por tanto, del artista que experimenta hondamente sus preguntas y encrucijadas. En este sentido, la tertulia nos pareció una gran ocasión para erigir un lugar en el que fuera posible compartir esta inquietud, y comprobar cómo desde esta perspectiva el horizonte creativo propio crece y se ensancha. Suscribíamos, en cierto modo, el pensamiento del pintor de origen esloveno Marko I. Rupnik cuando explica que un artista que esté bien adentrado en el gusto por el lenguaje del arte desarrollado con plena contemporaneidad, será capaz de crear un arte fuerte en el que vibra la vida que surge en un contexto de relaciones humanas verdaderas.
El día 31 de julio de 2008 falleció Pedro Antonio Urbina tras una enfermedad que le mantuvo hospitalizado más de tres meses, y que comenzó a manifestarse con mayor virulencia durante la preparación y posterior celebración del penúltimo encuentro del curso.
Con esta antología nos gustaría rendir homenaje al que fue nuestro mentor en esta andadura, y que probablemente permanece siendo su principal valedor.
En este sentido, nos parece oportuno invitaros a leer algunos de los muchos textos que se han publicado a propósito de la enfermedad y muerte de Pedro Antonio Urbina, como el que a continuación enlazamos, surgido en una publicación de carácter poético: Pedro Anotonio Urbina, Varios autores, Poesía Digital, Octubre de 2008
En la actualidad, Esmirna continúa celabrando sus encuentros poéticos en el emblemático Pub Joyce de Madrid, por lo que si tienes interés te animamos a que te pongas en contacto con nosotros.
25 de enero: Trabajamos sobre nuestros textos. 29 de febrero: Alejandro Martín Navarro. 28 de marzo: Luis Ruiz del Árbol. 11 de abril: Amalia Bautista. 23 de mayo: Trabajamos sobre nuestros textos.
Pedro Antonio Urbina nació en Llucmajor (Mallorca) en 1936 y falleció en Madrid en 2008. Se licenció en Filosofía y Letras, y obtuvo el grado de doctor en Filosofía y en Derecho. Su extensa producción narrativa le proporcionó un considerable número de lectores. Para ésta se servía de técnicas realistas y experimentales, el análisis crítico de la realidad y el reflejo de las frustraciones, soledad y desvalimiento del ser humano desde donde se abrían paso con frecuencia las reflexiones trascendentes y las propuestas sociales utópicas. También es reconocida la calidad de sus ensayos filosóficos, entre los que se encuentra Filocalía o amor a la belleza ( 1988), y de su poesía. Ésta última se encuentra publicada en los volúmenes: Mientras yo viva (1976), Los doce cantos (1979), Estaciones cotidianas (1984), Hojas de calendario (1988), La rama (1988), Las edades como un dardo (1993), Algún interminable mérito (1998) e Incesante clamor (2002). La obra de Pedro Antonio Urbina se halla recogida y comentada en libros de historia de la literatura española. Numerosos son también los trabajos doctorales y de tesis sobre este autor, y los comentarios de prestigiosos críticos y escritores como Guillermo Díaz Plaja, Vintila Horia, Rafael Conte, Criado del Val, Dámaso Santos y Rosa Chacel, entre otros.
Me parece que no tengo Poética alguna y, menos, preceptiva literaria ni nada semejante. Me parece que mi poesía no está sólo en los versos sino también en la narrativa que he escrito y publicado, en muchos pasajes al menos.
[…]
Decir en el hoy siempre lleva consigo decir al modo de hoy, de alguna manera, si de verdad se ama y se conoce ese paisaje, el urbano y el otro, las cosas que suceden –y te ocupan y preocupan–, y sus gentes, una a una amada, con o sin esfuerzo...; pienso, digo, que al escribir todo eso y de todo eso ya lo hago en el hoy y al modo de hoy.
[…]
Así que amar es la condición previa y constante del escribir. Con eso –y es consecuencia–, la unidad interior lleva o permite conseguir la unidad en lo escrito. También, y al mismo tiempo, claro, conocer unitariamente eso de lo que se escribe. Es decir, ver cada realidad en la armonía de totalidad; por ejemplo: ver al hombre como criatura. Una de mis escritoras favoritas –una de mis maestras– es Isak Dinesen; y ella habla expresamente de esa perspectiva que permite conocer la realidad unitariamente, sin hojarasca, sin malos subjetivismos; ella dice –me parece que en Sombras de hierba– que su lejanía de Kenia, una vez vivido aquello, el reposo, la serenidad, la distancia anímica le hizo posible escribir sub especie aetemis –lo escribe así–: Puede parecer tremendo ese escribir desde la perspectiva de lo eterno. Quizá suene filosóficamente a algo parecido a las tesis de Baruc Spinoza. No. Se trata de ese estado y estadio en el que y desde el que pueden verse y conocerse cosas y personas con comprensión, sin odios ni rencillas bobas, con piedad, humildemente, es decir, con amor.
En la obra de arte una es donde habita la belleza.
A su vez es consecuencia de todo eso que ese ver y ese conocer –y por tanto el escribir– estén en las antípodas de la banalidad. Me parece que hoy hay muchos escritores banales, groseros, zafios, superficiales, dispersos… En algunos se guardan las formas, y el cuidado de la forma casi se convierte en un dios. Una preciosa cáscara. Y cuando no se da esa liturgia de las formas, lo que se dan son libros banales.
[…]
¿Más cosas sobre mi Poética, si es que se puede llamar así? La sinceridad. La sinceridad es condición previa de la verdad. Quizá resulte innecesario decir que no me refiero a la verdad conseguida discursiva o racionalmente y luego incrustada en el poema o en el escrito que sea. No. Me refiero a la disposición anímica constitutiva del quehacer artístico. No sé bien el sentido exacto que dio Antonio Machado a ese famoso unas pocas palabras verdaderas. Pero sé que si las palabras lo son, son verdaderas. Y una palabra tan sublime como es la poética no puede no ser verdadera. Y esta verdad parte de su fuente: de la verdad interior.
[…]
Así, todo lo anteriormente dicho lleva a la libertad de escribir: para escribir como persona hay que ser libre. Nada es más ajeno a la libertad del escritor o poeta que la esclavitud de la moda […] Lo que pida la mayoría nunca puede ser directriz o estímulo al poeta. La masa como tal es una realidad dispersa, disgregada, una suma de individuos cuyo resultado no es persona. El poeta tiene que ser tan hondamente amigo del hombre que sea el castigador del individuo para convertido en persona. Que le haga comer lo que no gusta... –como aconsejaba el poeta Juan de la Cruz– para ir y llegar a lo que es gustoso. Ir por donde no sabe para llegar a lo sabroso... La oscuridad de la noche para llegar a la felicidad del alba.
Así se muera, así no llegue, así reviente... Estas esforzadas palabras son de otra grandiosa escritora: Teresa de Jesús.
Estas ideas […] las he visto, y a veces leído, en grandes escritores amigos con quienes simpatizo en el alma: Eugene O’Neill, Katlherine Mansfield, Valle Inclán… y tantos otros.
He visto confirmadas mis convicciones en ellos, mi experiencia personal la he visto reflejada en sus obras de valor universal, en el espacio y en el tiempo, para la más alta utilidad del hombre. Y eso pretendo, aunque mi pretensión se quede en deseo, y mis libros se desmenucen como ceniza en la región del olvido, como dice el rey poeta David.
Extracto de las “Notas del autor” a su poemario Algún interminable mérito (1998)
Dibujos interiores y de portada de Tomás Fernández del Pino (1978)
APÓLOGO
Apólogo histórico e inmoral a modo de colofón, sin serlo, sino más bien corolario indemostrado anteriormente, pero posteriormente epilogo que no compendia nada... pues, si algo dije..., siempre quedará abierto, joh!, ¡abierto! Amad las ventanas, os lo recomiendo. Y dice así esta epimone epinícica, aunque melancólica, pues la vida es epitáfica, y la misma aurora: se corona de –oh paradoja– acimut, y, aunque nadie lo vea, hay un cénit de oro en la azul violeta, por morada, por violeta...
Dice así:
Esta tarde, que, como todas, ha sido eterna, me he subido y he visto, desde dentro y desde fuera, desde lo alto y en la entraña... me he visto dentro y cubierto. ¡Cómo decirlo! A los lados, en flanco, los troncos de su fortaleza y negros; y, a cubierto, la ternura de otoño, que es verde y amarilla, y el sol lejos. La más sábana, la encimera, es azul de tan hueca, pero muy dentro, más adentro que el vientre, más que el gotear de la sangre en las venas, las notas .huecas de un pálpito en ocho o en seis tiempos, que miden un siete de quietud; bajo los pies –otro cubierto–, el agua soterrada, que fluye en el buen silencio, la otra quietud, que dicen viva, la de verdad eterna; y lagrimea el iris, cálido como un beso tan tierno...; lisas las piedras combas, duras, crespón cristal, puntas de estrella.. Lo dije: fuera y dentro. No lo supe decir: es que es lo eterno.
(de Los doce cantos, 1978)
Eran olivos fieles. Al borde del camino ven pasar caravanas, vientos, gentes perdidas; ellos sufren y callan. Cuando es el tiempo, los olivos sonríen en olivas sabrosas, hilos de aceite suave, y, a la luz de su muerte, callan, siempre callan.
(de Estaciones Cotidianas, 1984)
La ceniza en la frente cayó y llevada del viento voló . por entre las violetas que empiezan a nacer, por las delgadas ramas que resucita el sauce.
Muerte por las violetas, y entre los sauces, muerte.
La vida se ha quedado quieta: con lentitud solemne surge de nuevo, avanza, grave, como quien va a morir.
(de La rama, 1988)
DESCONOCIDO ALGUIEN:
No eres mi amigo. A mi amigo no hace falta que le escriba cartas (además, lee todas las otras...). No eres mi amigo porque no estoy seguro de que él esté aquí, o yo con él. En esta soledad no sé si estoy verdaderamente solo. Así que no sé a quien escribo, no sé a quién dirijo mi queja. No sé si me escucha. Tampoco estoy convencido de que merezca la pena escribir esta carta; lo hago para disipar un poco esta soledad. Esta soledad parece alguien. Alguien malvado. Parece alguien, porque si es algo..., si es algo estoy loco. No puedo respirar bien, no tengo fuerza, me cuesta hasta abrir los ojos. Hay algo dentro del pecho, desde el corazón hasta casi la garganta, y por eso ni la voz me sale firme. Y un casquete en la cabeza, justo hasta encima de los ojos, y justo bajo la nuca. Quizá a este algo escribo la carta. Hay alguien dentro de ese algo que como un líquido denso anega el interior del pecho; el corazón se ahoga. Pero no se ve, y todos a mi alrededor pasan sin advertir esta muerte, la angustia del agua estancada, que ahoga. No lo ven y no lo sé gritar; ni lo sé escribir porque, ¿a quién escribo? Pero aún sigo en pie.
(de Hojas y sombras, 1990)
Si se abre el aire y rompe los lagos aún dormidos...; si puesta en pie la inmensa maravilla de los árboles...;
si el ave descubierta mira primero el brillo de sus plumas al viento..., no es traición que sostenga mis pies cada día, por mirarte, sobre la tierra.
Cuando los lagos y sus aguas ya nunca duerman en tinieblas, cuando los árboles beban de las nubes, cuando el ave se mire en ti los colores de sus plumas, entonces, a sol abierto, no apoyarán mis pies sobre la tierra: porque mirarte será la raíz.
(de Las edades como un dardo, 1993)
Desgranad despacio las casas rojas de la granada; con manos blancas echad fuera la tela de amargura; vidas de sangre, enjambre liberado.
(de Las edades como un dardo, 1993)
(Juan de la Cruz)
Dolencia de amor. Me duele tu presencia tan ausente, me duele tu recuerdo. Tengo ceguera de no verte. Dolencia de amor es lo que deja en mí esta tu rara ausencia tan presente.
(de Las edades como un dardo, 1993)
ÁNGELES
(A Jerónimo Padilla)
Entró en la sala de estar cuando no estaban, y eran otros –invisibles y ciertos como ausencias– los viejos habitantes
Bajaron invisibles en la lluvia los viejos habitantes: estaban en el musgo, estaban en las tejas, en el brillo irisado de una gota de agua, en el silencio denso, en el frío sereno de la tarde de lluvia
Llegaron a la plaza los viejos habitantes, llegaron a la tarde, la víspera de fiesta, y se estaban allí –invisibles y ciertos como ausencias– escuchando la música que la banda ensayaba, las viejas partituras
Con el eco se fueron los viejos habitantes, se fueron con el eco de aquella tarde quieta, invisibles y ciertos como ausencias.
(de Algún interminable mérito, 1998)
Se resiste a morir la flor de la mostaza. Cada año asoma, menuda, sonriente.
En los campos, qué hermosa, papelitos blancos, puñados amarillos.
En el jardín, donde crece medido el boj, y se cultivan las petunias, begonias y anémonas, no cabe. Se resiste a morir, cada año promete no volver, pero [nos miente. –No salgas más de nuevo, terca mostaza, a este jardín cercado.
Te arranco, y te lanzo a la muerte, a los campos soñados y libres, abiertos, vivientes...
(de Algún interminable mérito, 1998)
Vicente Cristóbal (20 de octubre, 2007)
Vicente Cristóbal (1953) es Profesor de Filología Latina en la Universidad Complutense desde 1975, Catedrático de la misma disciplina y en la misma Universidad desde 1999. Investigador sobre literatura latina, mitología clásica y pervivencia de autores clásicos en la literatura española, es también traductor de los principales poetas de Roma (Catulo,Virgilio, Horacio y Ovidio). Ha acometido además, en algunos casos, la empresa de trasladar la poesía antigua al castellano en sus propios ritmos. Como creador ha publicado el libro Silva mitológica (Madrid: Ediciones Clásicas, 2007), que es una colección de poemas sobre figuras del mito clásico, alumbradas en su vivencia interior, en su dimensión humana e intemporal y en su paisaje.
El 20 de octubre vino a la tertulia Vicente Cristóbal –lo acompañaban Yolanda, su mujer, y sus amigos Bruno, Lucía y Violeta Peláez–. Vicente, Profesor de Latín en la Complutense ahora, fue en su época de estudiante (sobre todo en los años 1974 a 1976) asiduo asistente a la tertulia literaria que ya entonces organizaba en su estudio Pedro Antonio Urbina. Nos leyó y comentó algunos poemas de su reciente libro Silva mitológica. Es éste su primer libro poético publicado, aunque escribe poesía –nos dijo– desde su juventud; y además cuenta con una larga y fecunda experiencia como traductor –en prosa y en verso– de los poetas antiguos.
ORFEO
Siete meses debajo de la piedra tejiendo su caudal de pena y gloria. Siete cuerdas hablaban. Vagó luego a través de nieves solas. En vano ya buscó la sombra subterránea, el polvo de humo.
Halló la luz cuando más ciego estaba. Cantaba la tortuga. Su voz hizo el milagro entre los tigres, los bosques lo obedecen, logró la sumisión de los insectos y el silencio asombrado.
Noche y rama del nido, madre ausente, pájaro fiel al canto lastimero, flor de música brota en cuello blanco, olas del río, playas de una isla, grito salvaje de mujeres ebrias, música aún de tu garganta trunca, álamo blanco en medio de la estepa, mano ladrona, mano sanguinaria, mano que roba el pájaro sin pluma, mármol nunca a tu voz.
Adiós, cabeza amante, lengua que busca el cielo sin descanso, espada contra el frío de la muerte. Adiós entre las ondas que te llevan.
(de Silva Mitológica, 2007)
ARIADNA
Nada se pierde en este mar poblado de velas a millares y delfines. Nada es baldío ni falaz ni estéril. Todo es huevo de un ave milenaria, semilla de un albor resplandeciente allá en el horizonte de los días.
Doy al mar la traición que me regalas por haberte seguido con mis ojos, por haberme olvidado locamente de todo cuanto tuve antes que tú llegaras a la isla de los toros. Después que te miré, se hizo la noche.
Allí queda mi casa centenaria, el reino de mi padre, sus cien pueblos y la dulce inocencia tan temida de mi hermano con sienes monstruosas. Allí, entre la tiniebla de los sótanos, sus doce otoños son sangre y silencio.
También yo me disuelvo en aguas tibias, como nieve al ocaso del invierno, recordando su frente tumefacta, su mirada infinita, sin recelo de la herida culpable, hermano mío, a quien yo asesiné con mi locura.
Y esta locura, ya vuelta en razón, con las alas del ágil pensamiento por fin a nuestra casa me devuelve. Aquí, sobre la arena de esta playa, voy a sembrar la pena, grano a grano, de este mi amargo amor ya moribundo.
Nacerá
–bien lo sé– de tanta lágrima la voz ebria de luz y de alegría que me rescate de una larga sombra. Despertaré en el mundo de los vivos coronada de estrellas diamantinas. Porque nada se pierde en este mar inmenso, de sonrisa inagotable.
(de Silva Mitológica, 2007)
FILOCTETES
Amo mi juventud libre y montana, aquella juventud ya fenecida, aquellas cacerías de las cumbres y el aire de los dardos voladores. Añoro de mi patria lo remoto, aquel yo de otro tiempo que gozaba con la charla y los juegos aldeanos, con el rostro diario de los míos, con mis fieles molosos y mi yegua.
Pero ahora que habito este desierto, que mis huesos arrastro por las peñas, que de sueño, de noche y de horizonte alimento esta herida de mi planta, esta raíz del grito inagotable, ahora que me muero poco a poco, aborrezco la raza de los hombres. Pues he sabido de su doble rostro, de sus bellas palabras ambiciosas, de sus nobles ideas criminales, de su amistad fingida y de su estiércol.
Estiércol yo, arrojado a estos escollos por una sola culpa: infecta llaga que carcome mi pie, llaga hedionda que ofende sus dichosas asambleas y es una mancha en el lozano ejército. Mordedura de sierpe sorprendida. Su nariz y su oído me condenan. Mis ayes y el hedor que me circunda me han hecho compañero de las rocas. Aprenden mi lamento las montañas y repiten la voz ya conocida. En tal conversación quemo las horas escuchando bramidos de las grutas, ecos de mi dolor multiplicado. Pues ni al sol ni a la luna me abandona esta afilada podredumbre viva. Su diente me transforma en alimaña, aferrado a la vida sin razones, víctima de la carne y el espíritu, enfermo, despreciado y solitario.
Los barcos no se acercan a estas piedras. He perdido la suma de mis días en esta reclusión bajo los cielos. He olvidado la humana compostura y la palabra me es innecesaria. Sólo el grito me sacia y me da bríos para esperar un rumbo diferente, soñar que alguien se duele de mi ausencia, que mi mano es precisa para el mundo.
La costumbre, no obstante, hace muralla contra el agrio veneno de los días. Una hoguera de troncos me calienta, mis flechas me dan carne de los pájaros, una cueva me libra de la escarcha, la brisa me acaricia algunas tardes y en la playa me limpio la ponzoña de mi pie vulnerado. No estoy muerto, y acaso algún navío se extravíe, se llegue a los eriales de esta isla y me dé la salud y el rostro humano.
(de Silva Mitológica, 2007)
POLIDORO
Fui el menor de mis hermanos príncipes. Mies de venablos me clavó en el suelo. Raíces me atenazan. Soy arbusto. Ruina es el oro, plaga de la mente. Ahora, sabio ya, bien lo comprendo. Perdí mi corazón en tierras frías, muy lejos de mi padre, cuando apenas he visto helarse el río doce veces. Me sobra el pedagogo y las lecciones. Ya todo lo aprendí desde esta orilla. ¡Cómo se ha equivocado mi verdugo! Mi sangre hace brotar agudas varas, y aquí florezco en paz. Ramas y fruto. Quietud y lentamente ver el cielo con mis oscuros ojos.
(de Silva Mitológica, 2007)
Un pez se ha tragado tu corazón y ahora ya no sonríes ni buscas agua ni tienes ojos de hogar distante porque siempre duermes en ese rincón brumoso donde la luna no tiene importancia y el pez no vuelve, no vuelve.
(Inédito)
MAÑANA DE JUNIO EN JARDÍN GINEBRINO
No hay luminaria tan clara en ningún horizonte. Torcaces
dan su rumor salpicado en las ramas del tilo más alto. Y responden
mirlos ocultos y pájaros otros que beben el aire.
Conversación y silencio en igual proporción. Hacia el tiempo
más ancestral y dorado. Los troncos enormes, la yedra, la gran esperanza, los años,
siglos pacientes. La sombra y el sol que alimentan
tantos rebaños de fronda madura. Y el canto perenne
del corazón que brotó una mañana de un cálido huevo
bajo el plumaje azulenco amoroso, a la luz de las hojas oscuras.
(Inédito)
Juan Meseguer Velasco
Juan Meseguer Velasco nace en Madrid, en 1981. Es licenciado en Derecho y Diploma de Estudios Avanzados en Sociología. Ha recibido un accésit del Pemio Adonais 2005, por su libro de poemas Bancos de arena. También es autor del libro de ensayo La familia que viene. Actualmente prepara su tesis doctoral sobre Karl Mannheim y trabaja en la agencia de noticias Aceprensa. Ha sido director de la revista literaria “Traza” y del periódico universitario de investigación “Enfoque”.
Juan alternó la lectura de textos de su libro Bancos de Arena, publicado en Adonais en 2006, con los inéditos de su próxima obra en marcha. En sus poemas predomina un tono optimista, afirmativo, alguna vez irónico, que sabe descubrir en la existencia cotidiana la grandeza del ser humano. Con un lenguaje sencillo, emotivo, un gran sentido del ritmo y una expresión contenida, pura y directa, Meseguer se muestra como un poeta del corazón.
DE VITA POETICA
Y a lo mejor la vida no es otra cosa que eso: llegar de noche a casa (los niños, los deberes, los deberes, los niños), sentarse en un sofá, prescindir de la tele, y estar unos minutos contemplando en tus ojos la solución exacta –el verso pertinente– a todas mis preguntas.
(de Bancos de Arena, 2006)
JUICIO INOCUO
Como la araña, el hombre escoge a veces la tristeza: se esconde en un rincón oscuro de su alma y vive a tientas, urdiendo sus secretos, su peligrosa malla de rencores. Allí pasa las horas encerrado en su reino. Allí teje en silencio su desesperación. Por su mente, desfilan encogidos los agravios. Los sienta en el banquillo, los mira bien de cerca y dicta la terrible sentencia: ofensa imperdonable. Acusador y juez se dan la mano.
(de Bancos de Arena, 2006)
BANCOS DE ARENA
Hemos fracasado sobre los bancos de arena del racionalismo, ha dicho con acierto Urs Von Balthasar. Pero no se detiene aquí el perspicaz teólogo, y añade: demos un paso atrás y volvamos a tocar la roca abrupta del misterio.
Los sentidos del mundo entran en convulsión; revientan en pedazos contra muros de piedra. Mientras tanto,
los filósofos racionalistas se entretienen en su meditación de estufa. Hace frío. (La razón desconoce alternativas dignas al misterio).
Afortunadamente el siglo XX –explica Ignacio Sols, catedrático de ciencias exactas– fue, en parte, como una bocanada de aire fresco. Convenía. Desde hacía dos siglos, el pensamiento estaba muy cargado. Había que volver –añade– a la filosofía abierta al ser, nacida en las playas soleadas del Egeo.
Demos un paso atrás y volvamos a tocar la arena de las playas del Egeo. Devolvamos al ser su consistencia, su carne de misterio. Levantemos, como una sola torre, nuevos bancos de arena.
(de Bancos de Arena, 2006)
NOTAS PARA UN ENTIERRO
Los sabidos cipreses estirados, las palabras exactas y medidas, la corona de flores, las guirnaldas, y un silencio largísimo que dura interminablemente por momentos. El coche funerario que transporta la mirada cargada de tristeza de los allí presentes que son pocos. Los picos y las palas. Más silencio. Y un puñado de amigos empeñados en hacerle saber a la familia su antigua relación con el difunto. Con razón nos asusta tanto la muerte.
(de Bancos de Arena, 2006)
TORRE DE BABEL
Levantaron, espléndida, una torre.
Querían construir un mundo
a la medida exacta de sus sueños.
¡La soberanía de Yahvé está en peligro!
Se estremeció la tierra.
El grupo de los justos quedó sobrecogido.
Ahora –se dijeron–
nos sacará los ojos uno a uno.
Hagamos penitencia por el pueblo.
Pero se equivocaron.
Esta vez no hubo represalias.
Esta vez no hubo más que un toque de atención.
Tanta altura
no le venía bien al hombre.
Terminaría devorándose a sí mismo.
(Inédito)
Alejandro Martín Navarro (29 de febrero, 2008)
Alejandro Martín Navarro nació en Sevilla el 24 de noviembre de 1978. Se licenció en Filosofía por la Universidad Hispalense y, tras unos años en Viena como becario y traductor, se doctoró con una tesis sobre Novalis y el romanticismo alemán, que le valió el Premio Extraordinario de Doctorado. Además, ha ganado los premios internacionales de poesía Luis Cernuda y Miguel Hernández por los libros Vasos de barro y Aquel lugar. Autor de varias traducciones, así como de numerosas reseñas y artículos en diferentes revistas, actualmente trabaja en Ciudad Real como profesor de secundaria y forma parte del Consejo Editorial de la revista de filosofía Themata y de la revista Númenor de literatura y pensamiento.
El 29 de febrero nos visitó Alejandro Martín Navarro, que presentó su Aquel lugar, un poemario elegíaco que escribió en su mayor parte durante su estancia en Austria, y que está lleno de guiños y referencias al romanticismo alemán, especialmente en su concepción del tiempo como alejamiento del paraíso y en el carácter teofánico que concede a la belleza estética.
LA LIRA DE HÖLDERLIN
De qué me sirve haber vivido como un dios si fue sólo una vez. De qué me sirve saber que en un momento alcancé algo innombrable. Ahora vuelvo por las calles gastadas por millones de pasos, por sucias multitudes a través de los siglos. Soy uno más. Recorreré esas calles de la misma manera; como ellos amaré a una mujer, y también frente a mí estallarán las buganvilias cuando llegue abril. Pasarán un par de cosas, y nada más. Escribiré unos versos que ya no tendrán luz, porque la luz fue tuya solamente un instante. Aquello será niebla, desaparecerá como un amanecer sobre las olas en el recuerdo de un anciano. Se perderá la luz. Te perderás. Y serás desdichado, y no sabrás por qué.
(de Aquel lugar, 2006)
FELIX MENDELSSOHN ESCUCHA LA PASIÓN
Un largo y tibio tono es la penumbra en este silencioso refugio de la luz en que me encuentro. Igual que todo cuanto vive: con esa misma mansedumbre que reflejan los rostros de las cosas que amo al extinguirse. Escucho a Bach y creo en sus palabras. Creo en la oscuridad que le precede como creo en mi mismo y en la vida. ¿Quién asiste a esta larga y vasta ceremonia? Creo en la soledad del hombre. Ahora estoy aquí, como esta música habita aquí también. Nos comprende y nos ama. Refleja lo que quisimos ser sin conseguirlo. Estas notas, la música, de algún modo nos salvan en una tierra nueva. Sentado y silencioso, escucho a Bach como quien busca a Dios: para saber quién soy, por vivir para siempre.
(de Aquel lugar, 2006)
LETANÍA Y CREDO
Qué lejos queda siempre todo. Qué lejos las estrellas, sí, pero qué lejos también las multitudes que pasan sin mirarme. Son los que llamo hermanos. Qué lejanos los ojos como mármoles negros a la luz de una vela, y qué lejanas son las manos de Cristo. ¿Qué nos queda después de tanta lluvia? Un charco de verdades donde mojar la lengua para alejarnos luego en la sequía. Qué lejano el instante de ahora mismo, luz y ceniza al mismo tiempo. Pero tú sonreíste y me abrazaste en la orilla de abril del Lago Blanco, y algo de aquel abrazo alcanza todo aunque todo lo lejos siga quedando lejos.
(de Aquel lugar, 2006)
EN TUS MANOS
Cuanto quise decirte ya lo dije. Ya nada queda en mí que tú no sepas, y de mí tú conoces cosas que ni imagino. Sé que nunca podría corregir con mis versos lo que erré con mis manos. Ahora estamos lejos. Ahora la distancia no se parece en nada a un verso en que se dice la palabra distancia; la distancia es ahora más cierta que el cuerpo en el que habito, más verdad que estas calles por las que vago igual que un gris remordimiento. Todo esto, lo sé, ya lo has oído. Déjame que lo diga por vez última como por vez primera: mi salvación, mi gozo, sigue estando en tus manos.
(de Aquel lugar, 2006)
PRADERAS DE LA ESTIRIA
Praderas de la Estiria, verdes bosques de Graz, quiero cantar el nombre de una antigua belleza. Los erguidos peñascos y su color de fuego, las extensas praderas de gramíneas, la detenida claridad del cielo sobre los ojos vueltos de los hombres. Yo estuve triste y abatido, es cierto. Yo, que me imaginaba el mundo como un vaso de barro sucio, seco, vacío. Pero aquello fue antes, antes de las extensas praderas de la Estiria, antes de la hermosura que ha sido dada al corazón del hombre, una belleza tan desnuda y clara que uno estará tentado siempre de llamarla Verdad, como si fuera sólo algo que ya sabíamos hace miles de años cuando mirar las cosas era saberlo todo y redimirse. Sé que la vida es esto, verde bosque de Estiria. Pero yo estaba triste y abatido. Por eso tuve que cantar tu nombre.
(de Aquel lugar, 2006)
Pablo Luque Pinilla
Pablo Luque Pinilla nació en Madrid en diciembre de 1971. Ha publicado el libro de poemas Los ojos de tu nombre (Huerga&Fierro, 2004) y el apunte antológico Il cambio della guardia generazionale nella poesia spagnola contemporanea (trad. Gloria Bazzocchi, «clanDestino», 2006) sobre los poetas de los ochenta, así como poesía, artículos y crítica en diversos medios. Fue incluido en la Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid, para la que ha celebrado recitales acompañado por la obra de artistas del ámbito de la música y la fotografía. Recibió el Premio Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid. Sus poemas han sido traducidos al italiano. Ha participado en el festival de poesía Amobologna que organiza el Centro de Poesía Contemporánea de la Universidad de Bolonia. Codirige la tertulia poética Esmirna que fundó junto a otros escritores. En la actualidad publica por entregas en la revista Web «Fili d´aquilone» la antología Nuovi classici nella poesia spagnola contemporanea (trad. Gloria Bazzocchi) sobre los poetas de los setenta.
Pablo ha traído algunos de sus poemas de Los ojos de tu nombre. Un libro contemplativo con poemas escena de gran concentración de imágenes, donde la mirada persigue la identidad en la realidad cotidiana. También ha compartido con nosotros poemas inéditos pertenecientes a su nuevo proyecto aún en proceso de escritura, algunos de los cuales han surgido de la colaboración con Luis Ruiz del Árbol, invitado a la tertulia en el mes de marzo.
A-42
I
La blusa del día suspende láminas de polvo, y gotas circulando donde la atmósfera cubre el suelo. Lo que dura la secuencia del paisaje dura el cambio de marcha, y dobla el lomo del arcén si en el volante irrumpe un giro.
Sólo el instante muestra una señal y bloques con pisos en cascada.
El camino es lento, y la mirada un hábito donde surgen coches y nubes de CO2retando al ojo. No hay pasos ni huellas que seguir, ni la clausura de la avenida donde se abastecen las horas en la trastienda de los deseos.
Sólo un oculto beso filtrándose en las toberas de la calefacción, y la imagen de los retrovisoresdondeyace ingrávida la nostalgia que te adivina.
II
La atmósfera no se repliega, pero pasa páginas dormidas, y acerca hojas de silencio donde se agita lo invisible.
Sólo un haz de imágenes proyectado desde el parabrisas abre el párpado que aguarda, y refleja un lago de misterio que rompe el vidrio de la ausencia.
El coche es tu morada y el aire la ferocidad donde se mueve.
Bate el viento con sus labios y alcanza a tientas la carrocería, encontrando los conductos de la ventilación, que depositan, intrépido, su beso.
III
Nubes reposando la inquietud del agua dormida. Señales sobre letras de humo ocupando lechos fabricados a la medida del aire.
Son más de las trece en el reloj del cuadro de mandos, cuando se escucha un boletín horario descargando las atrocidades peores, y se despachaun locutor con un “Adiós, buenas tardes”.
El sol de mediodía, el sol de punta,duele. En el habitáculo un sobrevuelo de pájaros abre una grieta en el espacio de la distracción, y se disipa en el punto de fuga del asfalto, entre las luces primeras de la conciencia adormecida.
IV
El enunciado del paisaje, dibujado en el umbral del parabrisas, nombra en sílabas de bruma los contornos de la autovía.
Son brazos donde descansa el vértigo de lo imprevisto, el alfabeto de señales que se sucede kilómetro a kilómetro, como se sucede la silueta de los edificios y las industrias.
No importa si son fábricas, gasolineras o almacenes, ni la prohibición de pasar de noventa, cuando en pozos de sentido se vislumbra el hallazgo de los deseos. No importa si son bloques o adosados, o el destello de sus guiños menores en los autobuses de línea.
La distancia es el tiempo y el asfalto su mediación intercesora.
El transcurrir de los kilómetros deletrea los cercos de un misterio, como se deletrean los números del cuentakilómetros, y se desvela el lugar inalcanzable donde se embarcan los ojos.
CARRETERAS SECUNDARIAS
I
Un reflejo delatando sombras proyectadas desde algún voladizo, un frenazo en la geometría de un coche haciendo la rotonda.
Quietos quicios de luz y el sol basculando sus agujas.
Algunos giros, algunos cambios de marcha, cuando se abran los semáforos y caigan rayos reflejados en el lado opuesto del chasis.
La tarde inaugurada desvelará la inocencia de los parachoques traseros, y las huellas de sus golpes en el oleaje de las respiraciones.
La tarde inaugurada dibujará su sábana virginal, depositando sus labios más secretos en la tensión última de la monotonía.
II
Oficinas metálicas vertebrando la nuca de las nubes, altos pájaros de gas emitiendo su luz desde las plantas.
Son el inciso abierto en la pantalla del retrovisor, cuando anchas ventanillas encuentran la onda de una brisa, y descubren la lengua del asfalto recostada a derecha e izquierda entre meandros de humanidad.
Son viejas carreteras como venas capilares, entre urbanizaciones de bajo coste y proyectos de construcción.
Entre lagos de silencio donde bulle el transcurrir de vidas plateadas.
III
El parpadeo de los árboles mueve el filo de las hojas, agitando polillas de sencillez entre las grietas del asfalto. Pequeñas ráfagas de viento sobrevolando la trayectoria de tu coche, apremiando el vientre de los dedos que con firmeza te conducen.
No es el cuadro de mandos, ni su túnica de plástico polvoriento, ni el mullir de las alfombras desportilladas, donde un velo de cordura equilibra los sentidos y una elocuente calma pulsa la monotonía. Es la quietud de los encuentros mejores, cuando un golpe de realidad interroga tu mirada, y un ámbito de misterio llena el cuenco de las dudas.
Cuando un calor resquebrajado dialoga con el arco de tus deseos, y esas manos al volante, sedientas y al acecho, se festejan libres en una calzada que de completa ofende.
(de Los ojos de tu nombre)
Luis Ruiz del Árbol Moro (28 de marzo, 2008)
Luis Ruis del Árbol nació en Pontevedra en 1977. Estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, y 3º de esta carrera en Cergy-Pontoise (Francia). Durante cinco años preparó oposiciones a judicaturas. Actualmente trabaja como abogado procesalista en un bufete de Madrid. Como ilustrador ha publicado dos libros y ha realizado varias exposiciones, individuales y colectivas.
Luis nos presento la primera parte de su serie «El sueño de la razón».
Antropocentrismo (El sueño de la razón, XL)
Comida rápida (El sueño de la razón)
Naturaleza moribunda. Extrarradio (El sueño de la razón, CXLVI)
Open your mind (El sueño de la razón)
(El sueño de la razón, CCCLIX)
Quiz Show (El sueño de la razón)
Don nadie (El sueño de la razón, CCCLXVII)
Doña nadie (El sueño de la razón, CCCLXVIII)
No more questions (El sueño de la razón, CCCLXVIII)
Amalia Bautista (11 de abril, 2008)
Amalia Bautista nació en Madrid en 1962. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y trabaja como redactora en el departamento de comunicación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ha publicado Cárcel de amor (Renacimiento, Sevilla, 1988), La mujer de Lot y otros poemas (Llama de amor viva, Málaga, 1995), Cuéntamelo otra vez (La Veleta, Granada, 1999), La casa de la niebla. Antología (1985-2001), (Universitat de les Illes Balears, 2002), Hilos de seda (Renacimiento, Sevilla, 2003), Estoy ausente (Pre-Textos, Valencia, 2004), Pecados, en colaboración con Alberto Porlan (El Gaviero, Almería, 2005), Tres deseos. Poesía reunida (Renacimiento, Sevilla, 2006), Luz del mediodía. Antología poética (Universidad de las Américas, Puebla, México, 2007) y Roto Madrid, en colaboración con José del Río Mons (Renacimiento, Sevilla, 2008). Poemas suyos han aparecido en antologías como Una generación para Litoral (Litoral, Málaga, 1988), Poesia espanhola de agora (Relógio d’agua, Lisboa, 1997), Ellas tienen la palabra (Hiperión, Madrid, 1997), La poesía y el mar (Visor, Madrid, 1998), Raíz de amor (Alfaguara, Madrid, 1999), La generación del 99 (Nobel, Oviedo, 1999), Un siglo de sonetos en español (Hiperión, Madrid, 2000) o Con gioia e con tormento.Poesie autografe (Raffaelli Editore, Rimini, 2006). Ha sido traducida al italiano, portugués, ruso y árabe.
El 11 de abril vino a leer su poesía Amalia Bautista, que leyó algunos poemas de su larga trayectoria recopilados en Tres deseos (Renacimiento, 2006) y de su nuevo libro, en colaboración con el fotógrafo José del Río Mons, Roto Madrid (2008), del que reproducimos una pequeña selección. A modo de testimonio sobre su quehacer, Amalia nos ha confiado el siguiente texto que reproducimos en su integridad: «Escribir poesía no es una tarea grata. Siempre hay un trecho, muchas veces un abismo, entre el poema que querríamos hacer y el que finalmente hacemos. Hay que luchar contra la dificultad y contra la facilidad, y es mucho más complicado hacer un poema al que no le sobre nada que un poema al que nada le falte.
Escribo por insatisfacción y lo que escribo me deja insatisfecha; porque estoy a contrapelo con el mundo y escribir me pone más a contrapelo; porque necesito refugio y la poesía me deja más a la intemperie; por perplejidad y capacidad de asombro, por necesidad de celebración, por desgarro, por búsqueda y por entrega.
Consuela encontrar el camino que va de lo particular a lo universal, y viceversa. Consuelan, sobre todo, los poemas que han escrito otros.»
Amalia Bautista
IDA Y VUELTA
Cuando nos dirigimos al amor todos vamos ardiendo. Llevamos amapolas en los labios y una chispa de fuego en la mirada. Sentimos que la sangre nos golpea las sienes, las ingles, las muñecas. Damos y recibimos rosas rojas y rojo es el espejo de la alcoba en penumbra.
Cuando volvemos del amor, marchitos, rechazados, culpables o simplemente absurdos, regresamos muy pálidos, muy fríos. Con los ojos en blanco, más canas y la cifra de leucocitos por las nubes, somos un esqueleto y su derrota.
Pero seguimos yendo.
(de Roto Madrid, 2008)
DREAM A LITTLE DREAM OF ME
Invítame a tu sueño, déjame compartir esa película donde el tiempo es deforme y el deseo se [cumple. Sueña un poco conmigo y te prometo ser la mujer perfecta para ti, mientras vivas con los ojos cerrados. Te besaré con labios de cereza, mezclaré la pasión y la ternura, y cundo llegue al alba me iré sin hacer [ruido.
(de Roto Madrid, 2008)
EL PUENTE
Si me dicen que estás al otro lado de un puente, por extraño que parezca que estés al otro lado y que me esperes, yo cruzaré ese puente. Dime cuál es el puente que separa tu vida de la mía, en qué hora negra, en qué ciudad lluviosa, en qué mundo sin luz está ese puente, y yo lo cruzaré.
(de Roto Madrid, 2008)
LA REINA MAB
Tú, que no me preguntas dónde vivo, mereces la respuesta más que nadie: no hace falta buscarme en lo profundo del bosque, ni a la orilla de algún lago donde flotan cadáveres hinchados, ni en las húmedas grutas, ni en las cumbres donde hay flores de azúcar o de hielo. Estaré donde quieras contemplarme por detrás de tus párpados cerrados. Allá donde tus ojos me den alas.
(de Roto Madrid, 2008)
TAMBIÉN ESTO
También esto es Madrid, este lugar mugriento en el que casi todo está prohibido. La luz y las basuras y todo lo bendito y lo inservible. La sumisión y la anarquía, la multiplicación de las preguntas, la fiebre, la oración, el echarnos de menos. El perdernos de vuelta a casa. Y no encontrar la llave porque nunca hubo llave. Esto es también Madrid. O simplemente estaba hablando de mi alma.
(de Roto Madrid, 2008)
SFUMATO
Tan áspero era el mundo, tan hiriente, que él lo difuminó para mis ojos. Tan profundo era el corte que me hacían las aristas de todo lo real, que él decidió limarlas. Tanto daño me hacía el movimiento de la vida voraz, que él lo detuvo en un instante.
Un preciado regalo contra el mundo, contra la realidad, contra la vida, contra la lucidez y contra mi tristeza..