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poética España e Hispanoamérica |
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Siglo XX. Por Pío E. Serrano
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FUENTE: www.toursacuba.com.ar/fotos-de-cuba/cuba-santiago
Palabras de presentación
Celebramos publicar en nuestra revista este primer trabajo sobre la poesía cubana del siglo XX de la mano de uno de sus protagonistas, el poeta y editor cubano, Pio E. Serrano. Buen conocido del mundo poético español por la labor que desempeña en la editorial Verbum, con sede en Madrid, el escritor nos confía un itinerario ponderado y minucioso sobre el devenir de la lírica cubana del siglo XX.
En esta primera entrega, aborda la poesía del periodo republicano, que ocupa aproximadamente el primer tercio del siglo XX. En él podemos reconocer un primer momento correspondiente a la «Primera generación republicana», con un pronunciado acento posmodernista. El segundo gran grupo corresponde a la «Segunda generación republicana», en la que conviven diferentes tendencias y movimientos, entre los que destacan la poesía pura, la poesía de ironía sentimental, la poesía social y la poesía negrista, mulata, afrocubana o afroantillana, por citar las aquí abordadas.
Poesía cubana del siglo XX (primera entrega de tres) Por Pío E. SerranoEn 1969 el hispanista inglés J. M. Cohen, gran conocedor y amigo de la poesía hispanoamericana, publicó un breve pero sustancioso libro, En tiempos difíciles. La poesía cubana de la Revolución, donde enjuiciaba con detenimiento y general acierto la obra poética cubana de las décadas anteriores. Sin embargo, en un capítulo introductorio creyó oportuno trazar lo que él estimaba el estado de la lengua y la cultura cubanas con posterioridad a 1898. El profesor Cohen escribió entonces: «Después de 1898 siguieron más de treinta años de oscuridad. El español de Cuba fue degenerando en patois y el inglés de los Estados Unidos fue reemplazándolo como la lengua de la naciente y próspera clase media del país». Y añadía: «Los Estados Unidos proporcionaban una lengua y una cultura dominantes». Con el respeto que me ha merecido la obra de Cohen, creo oportuno, en el pórtico de estas breves reflexiones sobre la poesía cubana del siglo XX, corregir la inexactitud de estos juicios suyos. Sin ánimo de establecer un canon de la obra poética cubana del periodo, creo que el apretado panorama que sigue –las tres primeras generaciones del período republicano y las que han seguido a partir de 1959, durante el régimen revolucionario- desmentirá las precipitadas observaciones del crítico inglés, compartidas por más de un crítico español, a mi entender originadas más por el fervor antinorteamericano de la década del 60 en el inglés y por los tardíos resabios del fracaso del 98 en los españoles.
PRIMERA GENERACIÓN REPUBLICANA
Los jóvenes poetas cubanos que conformaron la primera generación republicana tuvieron que enfrentarse al pavoroso vacío que habían dejado las prematuras muertes de los dos grandes poetas del siglo XIX: Julián del Casal y José Martí. El primero, poeta maldito, en pos de una imposible fuga, busca en el preciosismo y lo exótico la realización de un imposible. Lector de simbolistas y parnasianos franceses marca su obra con un indomable acento personal. El segundo, Martí, precursor del modernismo, es un renovador de la poesía en lengua española con su brillante imaginación, el vigor de sus acentos, al tiempo que se abre a la ternura y a la sencillez expresiva; marcada su vida por la entrega total a la causa de la libertad de Cuba. Dos actitudes –la tentación de la fuga y la vocación de entrega- que marcarán los cauces más amplios de la poesía cubana del siglo XX.
Dos poetas mestizos y de provincias marcarán los mejores momentos de esta generación: Regino E. Boti y José Manuel Poveda. Ambos entregados a lo que Poveda llamaba «una pugna iconoclasta y renovadora». Contemporáneos de la corriente dominante posmodernista, prefieren adentrarse en una expresión sobria, dolorosamente gris, angustiosa. Sus poemas revelan una cuidadosa lectura del decadentismo de Baudelaire, de simbolistas y parnasianos franceses; pero también del esteticismo de Wilde, del tacto universal de Whitman y de la imaginería espiritual de Hoffmann y Novalis.
Regino E. Boti (1878-1958) se revela temprano como un minucioso conocedor de los simbolistas franceses. Prefiere el poema de pequeño formato, obsesivo y agudo; su tono se asienta en un intimismo levemente desengañado y no vacila en acudir al prosaísmo afectivo. Sus dos libros esenciales son Arabescos mentales (1913) y La torre del silencio (1926), en el último se advierte una mayor concentración y dominio de la expresión, así como la instalación de una mirada más sencilla que no evade el paisaje inmediato.
LUZ
Yo tallo mi diamante, yo soy mi diamante. Mientras otros gritan yo enmudezco, yo corto, yo tallo; hago arte en silencio.
Y en tanto otros se agitan, con los ritmos batallo y mi nombre no agencio. Yo soy mi diamante, yo tallo mi diamante, yo hago arte en silencio.
José Manuel Poveda (1888-1926) es el más torturado, en él observamos las melancólicas huellas de Jules Laforgue, quien tanto habría de influir en Apollinaire, primero, y en Eliot, después. Sus temas van desde el intimismo más angustiado a la mirada urbana dolorosa y áspera. Su obra poética se recogió en Versos precursores (1917). Su temprana muerte dejó en la incertidumbre los logros que en su madurez habría podido alcanzar.
PALABRAS EN LA NOCHE
Los caminantes van cruzando el suelo tenebroso. No se les ve pasar. Los impulsa no se sabe qué anhelo; no sabemos si hacia el monte o el mar. Y dialogan dulcemente en elfuelo de la marcha. ¿Dicen a dónde van? No sabemos, porque oímos un vuelo de palabras, pero no qué dirán. Transeúntes que conmina el caso, no escuchamos lo que dicen al paso, pero ellos no enmudecen jamás. Caminantes en la ruta intangible, se dijera que el lenguaje terrible es un ruido de pisadas no más.
Otro autor más plácido, menos torturado, deja su huella en la poesía del periodo: Agustín Acosta (1886-1979). En su obra aún son apreciables restos de lirismo modernista, más expresivo y auténtico cuando aborda el tema social, como en La Zafra (1926), el primer gran momento de la poesía social en Cuba. Sus temas: la sufrida existencia del campesino, su paisaje, el menudo universo de su vida doméstica y la denuncia de la penetración económica norteamericana, como se aprecia en la siguiente décima:
¡Gigantesco acorazado que va extendiendo su imperio y edifica un cementerio con las ruinas del pasado…! Lazo extranjero apretado con lucro alevoso y cierto; lazo del verdugo experto en torno al cuello nativo… ¡Mano que tumba el olivo y se apodera del huerto…!
¿Quieres más café Don Nicolás?, Antonio Gattorno. FUENTE: gallery.passion4art.comMientras vivió fue considerado como el Poeta Nacional. En 1973 partió al exilio y murió en Estados Unidos.
SEGUNDA GENERACIÓN REPUBLICANA
Son los poetas de entreguerras, los que la literatura cubana reconoce como «poetas puente», pues en las distintas tendencias en que se agruparon se avizoran los cauces por los que habrían de encontrar su expresión las generaciones venideras. El modernismo era ya un incómodo cadáver y el posmodernismo se abría desde la sencillez hasta el sarcasmo y la ironía, para, finalmente, desembocar en la vanguardia. Todo se somete a juicio; valores y creencias, inconmovibles hasta hacía muy poco, se cuestionan y derrumban. El fervor creativo se multiplica y surgen las más variadas tendencias poéticas. La década del veinte es un momento de reafirmación y confirmación. En 1925 aparece la extensa antología La poesía moderna en Cuba, al cuidado de Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro, que agrupa autores desde José Martí hasta los más jóvenes de esta segunda generación, donde se aprecia la sostenida presencia de la voz poética cubana de las últimas décadas. Por su parte, la Revista de Avance (1927-1930) acoge las inquietudes vanguardistas. Los poetas, ahora, alejados de la soledad, se agrupan y un sentimiento gregario entre iguales los congrega en sus disímiles poéticas.
La primera dirección hacia la que se dirige esta generación es la de la POESÍA PURA, que José Olivio Jiménez define como «la búsqueda de esencias líricas y de contornos fijos, decantación artística de realidades, nitidez y vigilancia en el acto creativo, gusto por las formas esbeltas que, sin embargo, rebasaba el formalismo hueco y esterilizador. Dominios, así, del intelecto y la reflexión; donde la objetividad del espíritu se manifestaba en tensión casi sobrehumana frente al impulso natural y la inmediatez de las emociones». Estamos ante uno de los momentos más altos de la poesía cubana. Sus tres representantes cumbre son Mariano Brull, Eugenio Florit y Emilio Ballagas.Mariano Brull (1891-1956) publicó en 1916 La casa del silencio todavía bajo el influjo del primer Juan Ramón Jiménez y del mexicano Enrique González Martínez. Poesía sencilla, de imágenes como entresoñadas, que busca el refugio del mundo interior y se complace en temas subjetivos. Con Poemas en menguante (1928) el poeta se despoja de la anécdota, sus imágenes son más libres y avanza hacia el gozoso juego de la palabra. Es uno de estos poemas, donde la palabra no tiene otro sentido que el de su efecto sonoro, donde el crítico mexicano Alfonso Reyes descubrió la voz «jitanjáfora» y la convierte en figura poética. En Canto rodado (1941) –de resonancias guillenianas- adquiere una mayor severidad e indaga en la ausencia de las cosas. Límpido y terso siempre, Sólo de rosa (1941) se detiene en uno de sus temas emblemáticos: la rosa, la idea pura de la rosa. Brull frecuentó el trato con Valèry, de quien tradujo El cementerio marino y con quien compartió su ideario poético.
VERDEHALAGO
Por el verde, verde verdería de verde mar Rr con rr. Viernes, vírgula, virgen enano verde verdularia cantárida Rr con Rr. Verdor y verderín verdumbre y verdura Verde, doble verde de col y lechga. Rr co n Rr en mi verde limón pájara verde. Por el verde, verde verdehalago húmedo extiéndome-. Extiéndete. Vengo de Mundodolido y en Verdehalago me estoy.
Eugenio Florit (1903-1999) no se inclinó por una poesía tan intelectual como la de Brull probablemente por un humus religioso, trascendente, apreciable en buena parte de su siempre armonioso, pulcro verso. En su poesía se asientan dos corrientes que él mismo explica: «En mis poemas veréis cosas fijas, claras, de mármol –lo clásico en fin. Y otras desorbitadas, sin medida, oscuras. En una Goethe o Gracilaso –en otras Walt Whitman o Alberti». Trópico (1930) es un libro de décimas –la estrofa más frecuente de la poesía popular cubana-, donde lo barroco neogongorino se junta a la luminosidad de Juan Ramón. No deja de ser revelador que Florit escogiese esta estrofa popular para encauzar la geometría perfecta de su voz inicial. En Doble acento (1937) recoge lo más intenso y fecundo de su poesía pura, al tiempo que incluyese su producción surrealista, lo que motivó que Juan Ramón se refiriera al conjunto como «Poemas justos y poemas arbitrarios» en el prólogo que lo acompañó. En este libro aparece el «Martirio de San Sebastián», uno de los más hermosos poemas de la lírica cubana. Al compararlo con el «Cristo» de Unamuno, Juan Ramón afirmaba que el poema de Florit era «más tiernamente plástico, más sensualmente movio, y familiarmente divino». A partir de Conversaciones con mi padre (1949) y de Asonante final (1956) la poesía de Florit adquiere un carácter conversacional, un tono confidencial. La expresión coloquial le sirve para asomarse a lo humano, cálido y ferviente. Será, precisamente, esta última etapa la que las generaciones más jóvenes lo descubran como precursor.MARTIRIO DE SAN SEBASTIÁN (fragmento)
Sí, venid a mis brazos, palomitas de hierro; palomitas de hierro, a mi vientre desnudo. Qué dolor de caricias agudas. Sí, venid a morderme la sangre, a este pecho, a estas piernas, a la ardiente mejilla. Venid, que ya os recibe el alma entre los labios. Sí, para que tengáis nido de carne y semillas de hueso ateridos; para que hundáis el pico rojo en el haz de mis músculos. Venid a mis ojos, que puedan ver la luz; a mis manos, que toquen forma imperecedera; a mis oídos, que se abran a las aéreas músicas; a mi boca, que guste las mieles infinitas; a mi nariz, para el perfume de las eternas rosas. Venid, sí, duros ángeles de fuego, pequeños querubines de alas tensas. Sí, venid a soltarme las amarras para lanzarme al viaje sin orillas. […] Ya voy, Señor. ¡Ay! qué sueño de soles, qué camino de estrellas en mi sueño. Ya sé que llega mi última paloma… ¡Ay! Ya está bien, Señor, que te la llevo hundida en un rincón de las entrañas.
En Emilio Ballagas (1910-1954) la poesía pura se manifiesta como un descubrimiento maravilloso, como un alborozo admirativo, como una emoción de sucesivos asombros. Su postura es la menos intelectual del grupo y su trato con la naturaleza es el de la apropiación sensorial. Júbilo y fuga (1931) es su único libro estrictamente puro. Cercano a Jorge Guillén, García Lorca y Cernuda, busca en un júbilo complaciente el ala, la ola, el viento, la fuga hacia la belleza palpitante en las cosas. El juego verbal, la jitanjáfora, se unen también a la expresión gozosa de este libro de claridad y de inocencia. Cuando en 1939 publica Sabor eterno encontramos que el poeta angélico ha conocido la «caída» y que del júbilo puro ha descendido a lo angustioso del dolor humano. El libro incluye dos poemas clave publicados previamente, «Elegía sin nombre» y «Nocturno y elegía», donde la reflexión introspectiva se expresa en un neorromanticismo sin ampulosidades. Antes, como se verá, Ballagas cultivó también la llamada poesía afrocubana.NOCTURNO Y ELEGÍA (fragmento)
Si pregunta por mí, traza en el suelo una cruz de silencio y de ceniza sobre el impuro nombre que padezco. Si pregunta por mí, di que me he muerto y que me pudro bajo las hormigas. Dile que soy la rama de un naranjo, la sencilla veleta de una torre.
No le digas que lloro todavía acariciando el hueco de su ausencia donde su ciega estatua quedó impresa siempre al acecho de que el cuerpo vuelva. La carne es un laurel que canta y sufre y yo en vano esperé bajo su sombra. Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.
Si pregunta por mí dale estos ojos, estas grises palabras, estos dedos; y la gota de sangre en el pañuelo. Dile que me he perdido, que me he vuelto una oscura perdiz, un falso anillo a una orilla de juncos, olvidados: dile que voy del azafrán al lirio. [… ]
Si pregunta por mí, dile que habito en la hoja del acanto y en la acacia. O dile, si prefieres, que me he muerto. dale el suspiro mío, mi pañuelo; mi fantasma en la nave del espejo. Tal vez me llore en el laurel o busque mi recuerdo en la forma de una estrella.
Otra poeta cercana a la poesía pura, aunque gustase más por la expresión del paso del tiempo y su fugacidad, fue Dulce María Loynaz (1902-1997, Premio Cervantes 1992), quien, junto a sus hermanos (Carlos Manuel, Enrique y Flor), participó de una íntima amistad con Federico García Lorca durante su estancia en La Habana entre los meses de marzo y junio de 1930, una visita que habría de dejar una honda huella entre los jóvenes poetas cubanos. Su poesía, meditativa e intensa, está recogida en los numerosos títulos que publicó, entre ellos Canto a la mujer estéril (1938), Juegos de agua (1947) y el espléndido Últimos días de una casa (958).ABRAZO
Hoy he sentido el río entero en mis brazos… Lo he sentido en mis brazos, trémulo… Vivo como el cuerpo de un hombre verde… Esta mañana el río ha sido mío: lo levanté del viejo cauce. ¡Y me lo eché en el pecho! Pesaba el río… Palpitaba el río adolorido del desgarramiento… -¡Fiebre mía del agua…-. ¡Me dejó en la boca un sabor amargo de amor y muerte!
Paralelas a la poesía pura aparecen en esta generación tres corrientes poéticas de factura y propósito enteramente opuestos: - la poesía de ironía sentimental - la poesía social - y la poesía negristaLa POESÍA DE IRONÍA SENTIMENTAL tiene en José Zacaría Tallet (1893-1983) a su mejor representante. Estos poetas parten de una actitud cercana al desengaño. Ante sus ojos los valores establecidos aparecen como gastados, ruinosos, y responden a ellos con escepticismo, cuando no con la subversión. No vacilan en incorporar a su lenguaje prosaísmos provenientes del habla cotidiana. Su mirada suele fijarse en la inmediatez con una carga de suavizada ironía melancólica. Tallet recoge tardíamente sus poemas, gran parte dados a conocer en revistas de la época, en La semilla estéril (1951) y su influjo será rescatado por los poetas de la primera y segunda promoción de la Revolución, como lo evidencia uno de los más eficaces poemas de Roberto Fernández Retamar, «Usted tenía razón, Tallet: somos hombres de transición».PROCLAMA (fragmento)
Gente mezquina y triste, que al pasar sabéis de las rebeldías vergonzantes e incógnitas y de las renunciaciones cobardes y heroicas, escuchad la voz de uno que habla por vosotras.
Yo soy el poeta de una casta que se extingue, que lanza sus estertores últimos ahogada por el imperativo de la historia; de una casta de hombres pequeños, inconformes y escépticos, de los cómodos filósofos de «en la duda, abstente», que presienten el alba tras la negrura de la noche, pero les falta fe para velar hasta el confín de la noche. (¡No oís el trueno sordo de la impotencia nuestra?)
Soy uno de los últimos que dicen, trágicamente, «yo», convencido a la vez que el santo y seña de mañana tiene que ser «nosotros». […]
Por eso me dirijo a la gente mezquina y triste, de las rebeldías vergonzantes y tímidas, de quien soy el poeta, el cantor por excelencia… ¡Oh, casta que se extingue, que naufraga en la devastadora tormenta que se produce al choque del ayer con el mañana!
Otro importante poeta de esta corriente fue Rubén Martínez Villena (1899-1934), joven militante comunista que apasionadamente consume temprano su vida en la lucha que dirige contra la dictadura de Gerardo Machado (1928-1933). En Villena la ironía es el resultado de su rechazo a una sociedad que ha perdido todos sus valores. Recorren sus versos los temas de la muerte y de lo que llamaba una «angustia indefinida». La pupila insomne (1936) recogió su producción poética.CANCIÓN DEL SAINETE PÓSTUMO (fragmento)
Yo moriré prosaicamente, de cualquier cosa (¿el estómago, el hígado, la garganta, ¡el pulmón!?, y como buen cadáver descenderé a la fosa, envuelto en un sudario santo de compasión. Aunque la muerte es algo que diariamente pasa, un muerto inspira siempre cierta curiosidad; Así, llena de extraños, abejeará la casa, y estudiará mi rostro toda la vecindad. […] Y ya en la madrugada, sobre la concurrencia gravitará el concepto solemne del «jamás», vendrá luego el consuelo de seguir la existencia… Y vendrá la mañana… pero tú, ¡no vendrás!... Allá donde vegete felizmente tu olvido -felicidad bien lejos de la que pudo ser-, bajo tres letras fúnebres mi nombre y mi apellido, dentro de un marco negro, te harán palidecer. Y te dirán: -¿Qué tienes?... Y tú dirás que nada; mas te irás a la alcoba para disimular, me llorarás a solas, con la cara en la almohada, ¡y esa noche tu esposo no te podrá besar!...
Por su parte, María Villar Buceta (1898-1977) incorpora una temprana voz de reivindicación feminista y con versos de amargo humorismo e ironía reflexiona sobre su entorno. ¡En casa todos vamos a morir de silencio! Yo señalo el fenómeno; pero me diferencio apenas del conjunto… ¡Tengo que ser lo mismo! Dijérase que estamos enfermos de idiotismo o que constituimos una familia muda… de tal suerte en sí propio cada uno se escuda. Como de nuestros otros nos sentimos avaros, de nosotros la gente piensa: «son entes raros, o egoístas, o sabe Dios qué…» ¡Tal vez dirán que sólo nos preocupa la conquista del pan! ¡Yo en medio de todos, Señor, con mi lirismo!... ¡Cuán se agobia mi espíritu de vivir en sí mismo y ver siempre estos rostros pensativos y huraños! ¡Y así pasan los días, los meses y los años!
La década de los 30 fue un periodo extremadamente convulso en la historia de Cuba. La caída de los precios del azúcar en el mercado internacional, las enormes desigualdades sociales, la corrupción de los gobiernos, las luchas sindicales y la violenta represión oficial constituyeron el fermento sobre el que habría de generarse una apasionada, sincera y militante POESÍA SOCIAL. Añadamos a esta circunstancia la oprobiosa Enmienda Platt, que condicionaba la soberanía nacional a la voluntad norteamericana y que no habría de abolirse hasta 1934, circunstancia que depositara en la sociedad cubana una profunda conciencia antiimperialista.Sobre este escenario una nueva corriente poética segregaría un cuerpo afanado por el rescate histórico y la denuncia social. No es casual tampoco que los pocos experimentos vanguardistas que se observan en Cuba irrumpan en el lenguaje de estos poetas sociales.
Manuel Navarro Luna (1894-1966) representa uno de los dos grandes momentos de esta poesía. A sus `primeros libros, donde todavía se trasluce una expresión intimista, habría de seguir, a partir de Surco (1928), una sucesión de títulos que recogen su apasionada denuncia, expresada de manera renovadora y vibrante. Así, Pulso y onda (1932), La tierra herida (1936), Los poemas mambises (1944) y las Odas mambisas (1961), entre otros. En 1952 publicó una conmovedora elegía a la muerte de su madre, Doña Marrtina, que lo reintegró circunstancialmente al tono intimista de su primera época. CANCIÓN CAMPESINA PARA CANTARLA EN LA CIUDAD (fragmento)
-7- Las azadas muerden la carne de la tierra, y, poco a poco, la despedazan. ¡En todos los caminos, en los caminos blancos y en los caminos grises montones de carne se levantan! El silencio contrae los músculos curtidos de su rostro; pero no deja de clavar la azada. ¡Sin hambre, sin fatiga, sin cansancio, el silencio trabaja.
-8- ¡Trae todas las palabras que encuentres perdidas; todos los gritos que encuentres desamparados, y échalos, si quieres, en las bocas hambrientas de los charcos! ¡Es una carne inútil que se pudre en el campo! ¡Pero no traigas el silencio campesino porque está trabajando!
Regino Pedroso (1897-1976) desde una elegancia modernista en La ruta de Bagdad y otros poemas (1923) hasta «Salutación fraterna al taller mecánico» (1927) avanza hacia un lenguaje vanguardista que recordará el aliento futurista de Maiakovski. Inserto en la corriente social, su verso vigoroso se enhebra en largos versículos, a la manera de Whitman, y crece desde una humanidad sin artificios e íntimamente sentida. Nosotros (1933), Bolívar, sinfonía de libertad (1945) y Los días tumultuosos (1950) recogen lo más significativo de su poesía social. Otro acento, más subjetivo, de moderado escepticismo y leve ironía lo encontramos en El ciruelo de Yuan Pei Fu (1955), donde, al tiempo que rinde homenaje a sus antepasados chinos, sitúa por primera vez en la poesía la huella de la última minoría cultural componente de la nacionalidad cubana.SALUTACIÓN FRATERNAL AL TALLER MECÁNICO (fragmento)
Tensión violenta del esfuerzo muscular. Lenguas de acero, las mandarrias ensayan en los yunques poemas estridentistas de literatura de vanguardia. Metalurgia sinfónica de instrumentales maquinarias; ultraístas imágenes de transmisiones y poleas; exaltación soviética de fraguas. ¡Oh, taller, férreo ovario de producción! Jadeas como un gran tórax que se cansa. Tema de moda del momento para geométrico cubismo e impresionismo de metáforas. Pero tienes un alma colectiva hecha de luchas societarias; de inquietudes, de hambre, de lasceria, de pobres carnes destrozadas: alma forjada al odio de injusticias sociales y anhelos sordos de venganza… Te agitas, sufres, Eres más que un motivo de palabras Sé un dolor perenne, sé tu ansiedad humana, sé como largos siglos de ergástulas te han hecho una conciencia acrática. Me hablas de Marx, del Kuo Ming Tang, de Lenin; y en el deslumbramiento de Rusia libertada vives un sueño ardiente de redención; palpitas, anhelas, sueñas; lo puedes todo y sigues tu oscura vida esclava. […] ¿Fundirán tus crisoles los nuevos postulados? ¿Eres sólo un vocablo de lo industrial: la fábrica? ¿O también eres templo de amor, de fe, de intensos anhelos ideológicos y comunión de razas…? Yo dudo a veces, y otras, palpito, y tiemblo, y vibro con tu inmensa esperanza; y oigo en mi carne la honda VERDAD de tus apóstoles: ¡que eres la entraña cósmica que incubas el mañana!
Otros poetas sociales bien aparecen con cierto retraso, como Félix Pita Rodríguez (1909-1978), muy nerudiano todavía en Corcel de fuego (1948) y con voz más propia en Las crónicas (1961); o bien sólo se acercan ocasionalmente al tema social, como Ángel Augier (1910-1977) y Mirta Aguirre (1912-1978).
La POESÍA NEGRISTA, MULATA, AFROCUBANA o AFROANTILLANA, que con todos estos nombres se ha conocido –si bien el antropólogo Fernando Ortiz y el poeta Nicolás Guillén prefirieron llamarla «mulata», y el puertorriqueño Luis Palés Matos se inclinase por «afroantillana»-, aparece en Cuba exactamente en 1928 con la publicación de los poemas «Bailadora de rumba» de Ramón Guirao y «La rumba» de J. Z. Tallet, ambos blancos. Les precedían en el Caribe los poemas «Pueblo negro» y «Danza negra» de 1926, «Candombé» y «Canción festiva para ser llorada», ambos de 1927, todas del puertorriqueño Luis Palés Matos, verdadero precursor de la corriente.
Realmente el cultivo del tema negro respondía entonces a una sensibilidad generalizada. Por una parte, en la Europa posterior a la primera guerra mundial se había despertado el interés por las formas artísticas negroafricanas. Los estudios africanistas de Leo Frobenius y la publicación de su Decamerón negro (1910), unidos a la Antología negra (1928) de Blais Cendrars, mucho tuvieron que ver con ese descubrimiento. La vanguardia plástica de París se apropia de la esbeltez y limpieza de las líneas de la escultura africana. Y por otra, llegaban a Cuba los ecos de un singular movimiento poético que se producía en la América anglosajona: el Renacimiento de Harlem. La neoyorkina barriada negra se convirtió en el centro de recuperación de la identidad del negro norteamericano. Su mentor, James Weldom Jonson, editó en 1922 The Book of American Negro Poetry, al que siguieron Harlem Shadows (1922) del jamaiquino Claud McKay (1890-1948) y The Weary Blues (1926) de Langston Hughes (1902-1967), más tarde traductor de Guillén al inglés. Toda esta sensibilidad ambiente sin duda sirvió de trasfondo a la poderosa corriente de poesía mulata que se habría de gestar en Cuba; país especialmente favorecido al tema por la esencial presencia negra y mulata (mestiza) en su historia.
Como se dijo, Ramón Guirao (1908-1949) publicó el primer poema de tema negro en Cuba, «Bailadora de rumba», una temática que recogió en Bongó: Poemas negros (1939). En 1939 publicó una imprescindible Órbita de la poesía afrocubana, 1928-1937. Su poesía negra acierta en la descripción de los personajes populares y en la reproducción de los elementos fónicos propios de su habla, alcanzando una rica sonoridad y el empleo de valores rítmicos, cercanos al de la guaracha y el son. En su libro Poemas (1947) se aprecia una poesía más íntima y levemente desolada.BAILADORA DE RUMBA
Bailadora de guaguancó, piel negra, tersura de bongó. Agita la maraca de su risa con los dedos de leche de sus dientes. Pañuelo rojo -seda-, bata blanca -almidón-, recorren el trayecto de una cuerda en un ritmo afrocubano de guitarra, clave y cajón. «¡Arriba, María Antonia, alabao sea Dió!» Las serpientes de sus brazos van soltando las cuentas de un collar de jabón.
Emilio Ballagas y José Z. Tallet, blancos como Guirao, se asoman como éste al tema negro desde el exterior, con características muy semejantes en los tres. El uso frecuente de la onomatopeya y la jitanjáfora remiten a los sonidos de los instrumentos de percusión sobre el que descansa el ritmo de la música popular. Quizás en estos dos últimos autores, fluya un humor más observador, como en «La rumba» de Tallet y a veces una mayor emotividad, como en la nana «Para dormir a un negrito» de Ballagas.LA RUMBA (Fragmento)
¡Zumba, mamá, la rumba y tambó! ¡Mabimba, mabomba, mabomba y bombó! ¡Zumba, mamá, la rumba y tambó! ¡Mabimba, mabomba, mabomba y bombó! ¡Cómo baila la rumba la negra Tomasa! ¡Cómo baila la rumba José Encarnación! Ella mueve una nalga, ella mueve la otra, él se estira, se encoge, dispara la grupa, el vientre dispara, se agacha, camina, sobre uno y el otro talón. ¡Chaqui, chaqui, chaqui, charaqui! ¡Chaqui, chaqui, chaqui, caraqui! Las ancas potentes de niña Tomasa en torno de un eje invisible como un reguilete rotan con furor, desafiando con rítmico, lúbrico disloque el salaz ataque de Che Encarnación: Muñeco de cuerda que, rígido el cuerpo, hacia atrás el busto, en arco hacia ‘lante abdomen y piernas, brazos encogidos, a saltos iguales a la inquieta grupa va en persecución.
PARA DORMIR A UN NEGRITO
Dórmiti mi nengre, dórmiti ningrito. Caimito y merengue, merengue y caimito. Dórmiti mi nengre, mi nengre bonito. ¡Diente de merengue, bemba de caimito! Cuando tú sia glandi vá a sé bosiador… Nengre de mi vida, nengre de mi amor… (Mi chiviricoquí, chiviricocó… ¡Yo gualda pa ti tajá de melón!) Si no calla bemba y no limpia moco, le va’ abrí la puetta a Visente e’ loco. Si no calle bemba, te va’ da e’ sutto. Te va’ llevá e´ loco dentre su macuto. Ne la mata e’ güira te ñama sijú. Confío en la puetta ttá e’ tatajú… Dórmiti mi nengre, cara ‘e bosiador, nengre de mi vida, nengre de mi amor. Mi chiviricoco, chiviricoquito. Caimito y merengue, merengue y caimito. A’ora yo te acuesta ‘la ‘maca ‘e papito y te mese suave… du’ce… depasito… y mata la pugga y epanta moquito pa que droma bien mi nengre bonito…
En Nicolás Guillén (1902-1989) la poesía mulata se singulariza no sólo por ser la expresión temática de una síntesis étnica sino también por estar construida, en muchos casos, sobre formas estróficas del español culto, ser su constituyente lingüístico el propio español e incorporar componentes fonológicos y lexicales del resto de lenguas africanas supervivientes en el habla popular cubana. Con Guillén la poesía mulata alcanzará en Cuba su máxima y más elaborada expresión: la destreza en el uso del verso sincopado, la onomatopeya como componente rítmico, la cercanía a los sentimientos de sujetos y ambientes populares. Mestizo, síntesis de las dos razas fundacionales de la nación, su expresión revela un profundo sentimiento de humanidad y de comprensión solidaria. Al tiempo que enriquecía los elementos fonológicos y rítmicos ya señalados, Guillén supo ampliar los registros de esta poesía para, primero, cantar desde una piel herida y humillada, una piel que se rebela y lucha, y sueña; y, posteriormente, más allá del negro y del blanco, arropar en su escritura una categoría mayor, la de pueblo. Y es que Guillén había observado que ese sustrato de «negrismo», gesticular y parlotero, poseedor de un habla particular y sufridor de la marginación social, no era únicamente patrimonio del negro sino que se había fundido en la expresión de todos los humildes urbanos. Se desplazaba así su escritura del restringido ámbito étnico al de la clase social, y pudo llamar a su poesía «de color cubano”. Su sensibilidad ante la injusticia social lo condujo a una temprana militancia comunista.
Con Motivos de son (1930) y Sóngoro cosongo (1931), Guillén entrega los textos fundamentales de la poesía afrocubana, elogiados de inmediato por Langston Hughes –quien los tradujo al inglés- y Unamuno, cuya carta de saludo sirvió de prólogo a las ediciones sucesivas de Sóngoro cosongo. A partir de estos textos iniciales, Guillén, sin abandonar la riqueza rítmica ni la mirada popular se adentra en la poesía social y su escritura, acogida a las formas cultas hispánicas, adquiere una consolidada resonancia universal. En West Indies Limited (1934) y Cantos para soldados y sones para turistas (1937) afloran los temas sociales y antiimpeialistas. Son apreciables las influencia de García Lorca y L. Hughes sin que lleguen a enturbiar la autenticidad de su propia voz. En 1937 aparece también De España. Poema en cuatro angustias y una esperanza, sobre la guerra civil española, de la que fue testigo vivo. Con El son entero (1947) y La paloma del vuelo popular (1958) el poeta, sin desvirtuar sus valores estéticos, asume una temática más política y partidista. Desde Tengo (1964), El gran zoo (1967) y El diario que a diario (1972), entre otros, Guillén explora los grandes temas del amor y la muerte, su entusiasmo por la Revolución cubana, así como amplía los usos de la expresión irónica y paródica, dando muestras de una abundante versatilidad temática, que lo sitúa entre los grandes poetas modernos de la lengua.SI TÚ SUPIERA…
¡Ay, negra, si tú supiera! Anoche te bi pasá y no quise que me biera. A é tú le hará como a mí, que cuando no tube plata te corrite de bachata, sin acoddate de mí. Songoro cosongo, songo be; sóngoro cosongo de mamey; sóngoro, la negra baila bien; sóngoro de uno, sóngoro de tré. Aé, bengan a bé; aé bamo pa bé; aé bamo pa bé; bengan, sóngoro cosongo, sóngoro cosongo de mamey!
BALADA DE LOS DOS ABUELOS
Sombras que sólo yo veo, me escuchan mis dos abuelos. Lanza con punta de hueso, tambor de cuero y madera: mi abuelo negro. Carguera en el cuello ancho, gris armadura guerrera: mi abuelo blanco. Pie desnudo, torso pétreo los de mi negro; pupilas de vidrio antártico las de mi blanco! Don Federico me grita y Taita Facundo calla; los dos en la noche sueñan y andan, andan. Yo los junto. -¡Federico! ¡Facundo! Los dos se abrazan. Los dos suspiran. Los dos las fuertes cabezas alzan; los dos del mismo tamaño, bajo las estrellas altas; los dos del mismo tamaño, ansia negra y ansia blanca, los dos del mismo tamaño, gritan, sueñan, lloran, cantan. Sueñan, lloran, cantan. Lloran, cantan. ¡Cantan! África de selvas húmedas y de gordos gongos sordos… -¡Me muero! (Dice mi abuelo negro.) Aguaprieta de caimanes, verdes mañanas de cocos… -¡Me canso! (Dice mi abuelo blanco.) ¡Oh velas de amargo viento, galeón adiendo en oro…! -¡Me muero! (Dice mi abuelo negro.) ¡Oh costas de cuello virgen engañadas de abalorios…! -¡Me canso! (Dice mi abuelo blanco.) ¡Oh puro sol repujado, preso en el aro del trópico; oh luna redonda y limpia sobre el sueño de los monos! ¡Qué de barcos, qué de barcos! ¡Qué de negros, qué de negros! ¡Qué largo fulgor de cañas! ¡Qué látigo el del negrero! Piedra de llanto y de sangre, venas y ojos entreabiertos, y madrugadas vacías, y atardeceres de ingenio, y una gran voz, fuerte voz, despedazando el silencio. ¡Qué de barcos, qué de barcos, qué de negros! Sombras que sólo yo veo me escoltan mis dos abuelos.
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