FOTO, Luis Ruiz del Ãrbol, 2008
La poesÃa mÃstica goza de una paradójica y creciente estima. Decimos creciente, porque constatamos que el fenómeno mÃsitico en la poesÃa se revitaliza en los últimos tiempos. Y paradójica, porque lo hace conforme impera el descrédito por toda referencia cultural a lo sagrado, y la sociedad se desenvuelve en un materialismo y un nihilismo dominantes, en el que, en definitiva, se despliega un rechazo hacia el papel tutelar del Misterio en la vida del hombre.
En este proceso de creciente atención a la faceta mÃstica, la música de la poesÃa y la luz de la palabra, que avivan en nosotros el deseo de una música y una luz definitivas, el anhelo de un encuentro con un Arkhé originario, se erigen en argumento privilegiado de la palabra poética, pero sin acertar a identificar el Tú amoroso que crea y desborda lo real, que nos completa y recibe.
De esta manera, si el papel de la mÃstica, su culminación, se resume en una experiencia de unión con una alteridad de Ãndole trascendente ―un Tú― en un doble itinerario de súplica y gracia, de ascenso y experiencia oblativa; la mÃstica que nos proponen renuncia a dicho itinerario total. Se nos manifiesta extraviada, a la postre, en un laberinto de incertidumbre y ansiedad última, que pierde la oportunidad de expresar la dimensión gozosa de la mÃstica más plena.
AsÃ, se hace patente que no es posible desentenderse del punto de fuga último que porta la expresión poética, y al que se asoman las palabras en el vértice de la experiencia y el lenguaje; en la sintaxis del cuerpo y el alma que preside toda construcción artÃstica que respira por la herida de nuestros deseos más Ãntimos. De nuestra necesidad de un Misterio referible y creador.
En este número, ofrecemos algunos contenidos destinados a explorar y esclarecer estas encrucijadas, que iremos progresivamente enriqueciendo con la aportación de más textos de poesÃa mÃstica en los próximos números.
Esperamos que lo disfrutéis. |