Introducción a una biografía Benedetti: esa batalla El ateísmo creyente de Benedetti Antología de su poesía y su prosa
Introducción a una biografía Por Marcelo L. Cambronero
FUENTE: http://www.ua.es/webs/centrobenedetti/Imagenes/ cartel_ConfBenedetti.doc
Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, gracias a Dios más conocido como Mario Benedetti, era hijo de un emigrante italiano que también llevaba consigo un montón de nombres. Nació en Paso de los Toros, Uruguay, el 14 de septiembre de 1920, aunque pasó los primeros años de su infancia en un pequeño pueblo cercano, Tacuarembó, entre el carácter alegre de su familia y una pobreza casi endémica.
La ruina familiar llevó a la familia, como tantas veces, a la capital, en este caso a la de su país, Montevideo.
En 1945 publica su primer libro, La víspera indeleble, una antología de poemas de juventud que el propio autor desechó y no permitió nunca reeditar. En 1946 se casa con Luz López Alegre, cuya compañía constituirá un elemento fundamental de su vida.
Por lo demás, su vida transcurre entre trabajos varios, sin abandonar nunca la literatura, que al final se mostró como la vocación que lograría sostenerle económicamente. Siempre fue un hombre de izquierdas y, como todos sus contemporáneos latinoamericanos, el año de 1959 (la Revolución Cubana) le marcó notablemente. Mantuvo estrechos contactos con el régimen cubano, y siempre defendió las posiciones políticas de los escritores que sostenían ideológicamente aquella dictadura. Sin embargo, era un hombre más apegado al cliché idealizado del Che que al perfil más ideológico de Castro. Como todos sus compañeros, tardó mucho en descubrir la realidad, y cuando despertó se profundizó su pesimismo.
Antes de eso, soñó con ser un hombre de acción, como su Juan Ángel (El cumpleaños de Juan Ángel, novela en verso, 1971), y militó en organizaciones políticas de Uruguay, lo que le llevó al exilio desde 1973: Argentina, Perú, Cuba, España y, en 1983, regreso a Uruguay. Después de unos últimos años en los que llovieron los reconocimientos, los premios y los homenajes, falleció en su casa de Montevideo el 17 de mayo de 2009.
Estas biografías repletas de hechos, de posiciones políticas, de huidas y venidas, son una especie de mapa de nuestros intereses, que se realizan uniendo los mojones que situamos allí donde nos parece que hay cosas importantes. Una biografía es tanto una historia de un hombre como del tiempo y primicias del que la escribe. No me resisto pues, a dejar que sea el propio Benedetti quien nos cuente cuáles fueron sus primacías, y en pocos lugares lo hace de forma más bella, y más «Benedetti», como en el poema «Bodas de perlas», de 23 de marzo de 1976, publicado en La casa y el ladrillo.
BODAS DE PERLAS
Después de todo qué complicado es el amor breve
y en cambio qué sencillo el largo amor
digamos que éste no precisa barricadas
contra el tiempo ni contra el destiempo
ni se enreda en fervores a plazo fijo
el amor breve aún en aquellos tramos
en que ignora su proverbial urgencia
siempre guarda o esconde o disimula
semiadioses que anuncian la invasión del olvido
en cambio el largo amor no tiene cismas
ni soluciones de continuidad
más bien continuidad de soluciones
esto viene ligado a una historia la nuestra
quiero decir de mi mujer y mía
historia que hizo escala en treinta marzos
que a esta altura son como treinta puentes
como treinta provincias de la misma memoria
porque cada época de un largo amor
cada capítulo de una consecuente pareja
es una región con sus propios árboles y ecos
sus propios descampados sus tibias contraseñas
he aquí que mi mujer y yo somos lo que se llama
una pareja corriente y por tanto despareja
treinta años incluidos los ocho bisiestos
de vida en común y en extraordinario
alguien me informa que son bodas de perlas
y acaso lo sean ya que perla es secreto
y es brillo llanto fiesta hondura
y otras alegorías que aquí vienen de perlas
cuando la conocí
tenía apenas doce años y negras trenzas
y un perro atorrante
que a todos nos servía de felpudo
yo tenía catorce y ni siquiera perro
calculé mentalmente futuro y arrecifes
y supe que me estaba destinada
mejor dicho que yo era el destinado
todavía no se cuál es la diferencia
así y todo tardé seis años en decírselo
y ella un minuto y medio en aceptarlo
pasé una temporada en buenos aires
y le escribía poemas o pancartas de amor
que ella ni siquiera comentaba en contra
y yo sin advertir la grave situación
cada vez escribía más poemas más pancartas
realmente fue una época difícil
menos mal que decidí regresar
como un novio pródigo cualquiera
el hermano tenía bicicleta
claro me la prestó y en rapto de coraje
salí en bajada por la calle almería
ah lamentablemente el regreso era en repecho
ella me estaba esperando muy atenta
cansado como un perro aunque enhiesto y altivo
bajé de aquel siniestro rodado y de pronto
me desmayé en sus brazos providenciales
y aunque no se ha repuesto aún de la sorpresa
juro que no lo hice con premeditación
por entonces su madre nos vigilaba
desde las más increíbles atalayas
yo me sentía cancerbado y miserable
delincuente casi delicuescente
claro eran otros tiempos y montevideo
era una linda ciudad provinciana
sin capital a la que referirse
y con ese trauma no hay terapia posible
eso deja huellas en las plazoletas
era tan provinciana que el presidente
andaba sin capangas y hasta sin ministros
uno podía encontrarlo en un café
o comprándose corbatas en una tienda
la prensa extranjera destacaba ese rasgo
comparándonos con suiza y costa rica
siempre estábamos llenos de exilados
así se escribía en tiempos suaves
ahora en cambio somos exiliados
pero la diferencia no reside en la i
eran bolivianos paraguayos cariocas
y sobre todo eran porteños
a nosotros nos daba mucha pena
verlos en la calle nostalgiosos y pobres
vendiéndonos recuerdos y empanadas
es claro son antiguas coyunturas
sin embargo señalo a lectores muy jóvenes
que graham bell ya había inventado el teléfono
de aquí que yo me instalara puntualmente a las seis
en la cervecería de la calle yatay
y desde allí hacía mi llamada de novio
que me llevaba como media hora
a tal punto era insólito mi lungo metraje
que ciertos parroquianos rompebolas
me gritaban cachádome al unísono
dale anclao en parís
como ven el amor era dura faena
y en algunas vergüenzas
casi insdustria insalubre
para colmo comí abundantísima lechuga
que nadie había desinfectado con carrel
en resumidas cuentas contraje el tifus
no exactamente el exantemático
pero igual de alarmante y podrido
me daban agua de apio y jugo de sandía
yo por las dudas me dejé la barba
e impresionaba mucho a las visitas
una tarde ella vino hasta mi casa
y tuvo un proceder no tradicional
casi diría prohibido y antihigiénico
que a mi me pareció conmovedor
besó mis labios tíficos y cuarteados
conquistándome entonces para siempre
ya que hasta ese momento no creía
que ella fuese tierna inconsciente y osada
de modo que no bien logré recuperar
los catorce kilos perdidos en la fiebre
me afeité la barba que no era de apóstol
sino de bichicome o de ciruja
me dediqué a ahorrar y junté dos mil mangos cuando el dólar estaba me parece a uno ochenta
además decidimos nuestras vocaciones
quiero decir vocaciones rentables
ella se hizo aduanera y yo taquígrafo
íbamos a casarnos por la iglesia
y no tanto por dios padre y mayúsculo
como por el minúsculo jesús entre ladrones
con quien siempre me sentí solidario
pero el cura además de católico apostólico
era también romano y algo tronco
de ahí que exigiera no sé qué boleta
de bautismo o tal vez de nacimiento
si de algo estoy seguro es que he nacido
por lo tanto nos mudamos a otra iglesia
donde un simpático pastor luterano
que no jodía con los documentos
sucintamente nos casó y nosotros
dijimos sí como dándonos ánimo
y en la foto salimos espantosos
nuestra luna y su miel se llevaron a cabo
con una praxis semejante a la de hoy
ya que la humanidad ha innovado poco
en este punto realmente cardinal
fue allá por marzo del cuarenta y seis
meses después que daddy truman
conmovido generoso sensible expeditivo
convirtiera a hiroshima en ciudad cadáver
en inmóvil guiñapo en no ciudad
muy poco antes o muy poco después
en brasil adolphe berk embajador de usa
apoyaba qué raro el golpe contra vargas
en honduras las inversiones yanquis
ascendían a trescientos millones de dólares
paraguay y uruguay en intrépido ay
declaraban la guerra a alemania
sin provocar por cierto grandes conmociones
en chile allende era elegido senador
y en haití los estudiantes iban a la huelga
en martinica aimé cesaire el poeta
pasaba a ser alcalde en fort de france
en santo domingo el PCD
se transformaba en PSP
y en méxico el PRM
se transformaba en PRI
en bolivia no hubo cambios de siglas
pero faltaban tres meses solamente
para que lo colgaran a villarroel
argentina empezaba a generalizar
y casi de inmediato a coronelizar
nosotros dos nos fuimos a colonia suiza
ajenos al destino que se incubaba
ella con un chaleco verde que siempre me gustó
y yo con tres camisas blancas
en fin después hubo que trabajar
y trabajamos treinta años
al principio éramos jóvenes pero no lo sabíamos
cuando nos dimos cuenta ya no éramos jóvenes
si ahora todo parece tan remoto será
porque allí una familia era algo importante
hoy es de una importancia reventada
cuando quisimos acordar el paisito
que había vivido una paz no ganada
empezó lentamente a trepidar
pero antes anduvimos muy campantes
por otras paces y trepidaciones
combinábamos las idas y las vueltas
la rutina nacional con la morriña allá lejos
viajamos tanto y con tantos rumbos
que nos cruzábamos con nosotros mismos
os eran viajes de imaginación qué baratos
y otros qué lata con pasaporte y vacuna
miro nuestras fotos de venecia de innsbruck
y también de malvín
del balneario solís o el philosophenweg
stábamos estamos estaremos juntos
pero cómo ha cambiado el alrededor
no me refiero al fondo con mugrientos canales
ni al de dunas limpias y solitarias
ni al hotel chajá ni al balcón de goethe
ni al contorno de muros y enredaderas
sino a los ojos crueles que nos miran ahora
algo ocurrió en nuestra partícula de mundo
que hizo de algunos hombres maquinarias de horror
estábamos estamos estaremos juntos
pero qué rodeados de ausencias y mutaciones
qué malheridos de sangre hermana
qué enceguecidos por la hoguera maldita
ahora nuestro amor tiene como el de todos
inevitables zonas de tristeza y presagios
paréntesis de miedo incorregibles lejanías
culpas que quisiéramos inventar de una vez
para liquidarlas definitivamente
la conocida sombra de nuestros cuerpos
ya no acaba en nosotros
sigue por cualquier suelo cualquier orilla
hasta alcanzar lo real escandaloso
y lamer con lealtad los restos de silencio
que también integran nuestro largo amor
hasta las menudencias cotidianas
se vuelven gigantescos promontorios
la suma de corazón y corazón
es una suasoria paz que quema
los labios empiezan a moverse
detrás del doble cristal sordomudo
por eso estoy obligado a imaginar
lo que ella imagina y viceversa
estábamos estamos estaremos juntos
a pedazos a ratos a párpados a sueños
soledad norte más soledad sur
para tomarle una mano nada más
ese primario gesto de la pareja
debí extender mi brazo por encima
e un continente intrincado y vastísimo
y es difícil no sólo porque mi brazo es corto
siempre tienen que ajustarme las mangas
sino porque debo pasar estirándome
sobre las torres de petróleo en maracaibo
los inocentes cocodrilos del amazonas
los tiras orientales de livramento
es cierto que treinta años de oleaje
nos dan un inconfundible aire salitroso
y gracias a él nos reconocemos
por encima de acechanzas y destrucciones
la vida íntima de dos
esa historia mundial en livre de poche
es tal vez un cantar de los cantares
más el eclesiastés y sin apocalipsis
una extraña geografía con torrentes
ensenadas praderas y calmas chichas
no podemos quejarnos
en treinta años la vida
nos ha llevado recio y traído suave
nos ha tenido tan pero tan ocupados
que siempre nos deja algo para descubrirnos
a veces nos separa y nos necesitamos
cuando uno necesita se siente vivo
entonces nos acerca y nos necesitamos
es bueno tener a mi mujer aquí
aunque estemos silenciosos y sin mirarnos
ella leyendo su séptimo círculo
adivinando siempre quién es el asesino
yo escuchando noticias de onda corta
con el auricular para no molestarla
y sabiendo también quién es el asesino
la vida de pareja en treinta años
es una colección inimitable
de tangos diccionarios angustias mejorías
aeropuertos camas recompensas condenas
pero siempre hay un llanto finísimo
casi un hilo que nos atraviesa
y va enhebrando una estación con otra
borda aplazamientos y triunfos
le cose los botones al desorden
y hasta recomienda melancolías
siempre hay un finísimo llanto un placer
que a veces ni siquiera tiene lágrimas
y es la parábola de esta historia mixta
la vida a cuatro manos el desvelo
o la alegría en que nos apoyamos
cada vez más seguros casi como
dos equilibristas sobre su alambre
de otro modo no habríamos llegado a saber
qué significa el brindis que ahora sigue
y que lógicamente no vamos a hacer público.
23 de marzo de 1976
Mario Benedetti: esa batalla
Por Marcelo L. Cambronero
En cada época hay poetas que saben tocar la música que esperan las almas de sus vecinos, esos acordes que ellos mismos quisieran hacer sonar, pero no pueden, porque llegan tarde a coger el autobús, o el jefe les achucha o qué sé yo, que no pueden. Quizás se les quedó el puente del violín enredado en un amor pretérito, o simplemente lo dejaron olvidado en alguna oficina municipal. Así, cada época necesita que le interpreten su música, y ahí viene el poeta a hacer la vida versos, una vida que, sin él, tendría los colores un poco apagados, como si la hubiesen lavado demasiadas veces.
Benedetti supo ser el trobador de nuestros afanes y el intérprete de nuestras calladas desesperaciones. Se mantuvo, funambulista, entre lo profundo y lo epitelial, entre los manantiales y los vientos. Nunca se dejó caer demasiado en el abismo del misterio que, por otra parte, no dejó de circundar. Si hubiese caído su tiempo hubiera dejado de entenderle. Ahora bien, su originalidad, su valor, reside en que tampoco sucumbió a la tentación de hacerse pueblo, disolverse en pueblo, desaparecer entre las calles.
Podemos así decir, con verdad, que en Benedetti el arte se transformó de una manera personal en vida o, quizás, que la vida humana, la corriente y acostumbrada vida de la gente cotidiana de nuestro siglo, pudo ver su belleza y hondura al mirarse en el espejo de sus versos. Una vida que se sentía triste, ponzoñosa, poblada de diversas melancolías, pero de esas melancolías poco románticas, más bien motivadas por cosas tan pequeñas y pueriles que uno se siente como culpable de remembrarlas: esa vida que no sabía que también ella, tan humilde, poseía una estética, encontró en Benedetti una especie de justificación artística.
El misterio de que una poesía así, tan sencilla, nos atrape, es que está repleta de una constante y tozuda ternura por lo cotidiano. El verdor de la hierba dejó de ser bello por traer a la imaginación el verde de las praderas de nuestros sueños, y tampoco se volvió mera excusa para volcar en él nuestros desórdenes mentales, traumas y Apocalipsis inconscientes. Ya sospechábamos, y Benedetti lo confirma, que la hierba es bella por ser hierba, y su olor despierta un canto porque es penetrante y simple, porque tocarla, desmenuzarla con los dedos, aplastarla con el puño, nos trae el sentir de la tierra que tiene el árbol y las raíces de las montañas. Es la simple comunión con la materia, es el sentirnos también nosotros realidad áspera y pegotosa. Reconocer, pues, que la poesía nos habla primero de lo primero, y que no tiene que inventar tanto como interpretar las notas que le vienen dadas.
Es Benedetti el poeta que, junto a los místicos de todos los tiempos, más habla de Dios. No e lo puede quitar de encima. Nuestro uruguayo no es un poeta ateo, y mucho menos un indiferente, está demasiado apegado a lo real, vuela demasiado a ras del suelo. El anhelo que nace de la tierra, de las entrañas de todo lo vivo, es la definición misma de su poesía. Una poesía que mira siempre al horizonte, al sueño, al amor, a la vida, que, sobre todo, canta a la vida. No se disipa en ningún momento de su obra, es más, se acentúa con el paso de los años, la pasión por alcanzar el último recoveco del destino. Frente a ese anhelo, como no podía ser de otra manera, la muerte se alza como escándalo definitivo, insoportable.
El combate entre el deseo y la desesperanza es, en Benedetti, un combate perdido, pues ¿qué humano puede sostener en soledad una antorcha ante la muerte? ¿Podrá alguno con sus propias fuerzas gritarle que no puede pasar? «Mientras tanto, en plazas y calles la vida sigue e improvisa, como si la muerte fuera una invención, una mentira. Y a lo mejor lo es. Uno termina aferrándose a esa imposibilidad, sin advertir que más adentro el alma desfallece.» (Vivir adrede, 2007).
Uno adivina, en estas últimas palabras, una transposición crucial. El deseo de que la muerte no tenga la palabra definitiva es aquí llevado a la superficie, es el sueño que nace de la necesidad humana, un invento de la razón loca. Sin embargo, en lo profundo, allí donde la realidad es tan espesa que los sueños no pueden quebrarla, anida la desesperanza, tan sensata. ¡Cuánto Feuerbach! Pero si miramos lo humano, a lo largo de los siglos, veremos que el dato permanente no fue la desesperanza, sino el anhelo, también en nuestro querido poeta uruguayo.
El ateísmo creyente de Benedetti
Por Feliciana Merino Escalera
FUENTE: http://www.portaldoenvelhecimento.net/artigos/z107.htm
¿Puede un poeta amar la vida, cantarla, decirla, memorarla, sentirla, poseerla, descubrirla, vivirla, y sin embargo confesarse ateo?
Benedetti, sin darse cuenta, al describir y abrazar las pequeñas cosas cotidianas, consigue que lo pequeño se convierta en grande, que las palabras alcancen la magia de ser transparentes para el lector, sin ser superficiales; dibuja nuevos contornos en historias que solo nuestra sumisión a los cánones de la vida burguesa convirtió en añejas; devuelve a la experiencia humana, frágil y fugaz, un horizonte nuevo, una esperanza renovada si somos capaces de mirar el lado íntimo de las cosas, de hacer un alto en la vorágine diaria y estremecernos ante el descubrimiento de un rostro nuevo: el nuestro, el yo más yo, el más auténtico, el que sabe que pertenece a Otro.
La poesía de Benedetti es un puente hacia el infinito, nostalgia de una esperanza para él incierta, de un deseo que no quede insatisfecho, que la muerte no pueda destruir. El sabor amargo a veces de la poesía de Benedetti no es escepticismo, sino impotencia, reconocimiento de la desproporción entre lo temporal y lo eterno, entre lo fugaz, que muestra siempre la cara de la insatisfacción, y lo eterno, la vida que se cumple, el rostro que se llena de Tú, la belleza y el amor haciendo un pulso continuo a la muerte. Ese anhelo de un rostro en el que descansar, hace que sus poemas de amor estén siempre heridos de cierta nostalgia, de una ausencia presente, de un horizonte preñado de misterio. Su deseo de belleza, su anhelo de algo más, su apetito de Gracia, no quedó saciado, pero se negó a vivir como si el Misterio no existiera, como si la vida fuera total Ausencia. «Todos sabemos que nada ni nadie habrá de ahorrarnos el final, sin embargo hay que vivir como si fuéramos inmortales». La vida misma es una respuesta a la muerte, un rayo de luz que viene de lo alto, una fuente inagotable de esperanza.
No es necesario ser un poeta enigmático para describir el misterio de lo real, no es necesario ser retórico para mostrar lo inefable de la existencia humana. Sólo hay que estar abiertos a la maravilla que suscita en nosotros el retrato más insignificante de uno solo de los aspectos de nuestra vida, signo de una Belleza más grande. Benedetti no fue ni enigmático ni retórico. Fue, simplemente, un poeta capaz de dibujarnos mejor el mapa constitutivo del corazón humano, con sus ausencias y sus duelos, con sus desvelos y desalientos, nostalgia y memoria de lo más querido, ese Rostro que habita más allá de tu soledad y de la mía.
Antología de Mario Benedetti, poesía y prosa Selección: Feliciana Merino Escalera, Marcelo L. Cambronero
FUENTE: http://noesporno.com.ar/2009/05/chau-numero-tres-mario-benedetti.html
ESA BATALLA
¿Cómo compaginar la aniquiladora idea de la muerte con ese incontenible afán de vida?
¿cómo acoplar el horror ante la nada que vendrá con la invasora alegría del amor provisional y verdadero?
¿cómo desactivar la lápida con el sembradío? ¿la guadaña con el clavel?
¿será que el hombre es eso? ¿esa batalla?
(De Cotidianas, 1979)
Esta tarde, cuando venía de la oficina, un borracho me detuvo en la calle. No protestó contra el gobierno, ni dijo que él y yo éramos hermanos, ni tocó ninguno de los innumerables temas de la beodez universal. Era un borracho extraño, con una luz especial en los ojos. Me tomó de un brazo y dijo, casi apoyándose en mí: «¿Sabés lo que te pasa? Que no vas a ninguna parte.» Otro tipo que pasó en ese instante me miró con una alegre dosis de comprensión y hasta me consagró un guiño de solidaridad. Pero yo hace cuatro horas que estoy intranquilo, como si realmente no fuera a ninguna parte y sólo ahora me hubiera enterado.
Cuando me jubile, creo que no escribiré más este diario, porque entonces me pasarán sin duda muchas menos cosas que ahora, y me va a resultar insoportable sentirme tan vacío y además dejar de ello constancia escrita. Cuando me jubile, tal vez lo mejor sea abandonarme al ocio, a una especie de modorra compensatoria, a fin de que los nervios, los músculos, la energía, se relajen un poco y se acostumbren a bien morir. Pero no. Hay momentos en que tengo y mantengo la lujosa esperanza de que el ocio sea algo pleno, rico, la última oportunidad de encontrarme a mí mismo. Y eso sí valdría la pena anotarlo.
De la novela La Tregua (1960)
NO TE SALVES
No te quedes inmóvil al borde del camino no congeles el júbilo no quieras con desgana no te salves ahora ni nunca no te salves no te llenes de calma
no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo no dejes caer los párpados pesados como juicios
no te quedes sin labios no te duermas sin sueño no te pienses sin sangre no te juzgues sin tiempo
pero si pese a todo no puedes evitarlo y congelas el júbilo y quieres con desgana
y te salvas ahora y te llenas de calma y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo y dejas caer los párpados pesados como juicios y te secas sin labios y te duermes sin sueño y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo y te quedas inmóvil al borde del camino y te salvas entonces no te quedes conmigo
De Poemas de otros, 1974
ES TAN POCO
Lo que conoces s tan poco lo que conoces de mí lo que conoces son mis nubes son mis silencios son mis gestos lo que conoces es la tristeza de mi casa vista de afuera son los postigos de mi tristeza el llamador de mi tristeza.
Pero no sabes nada a lo sumo piensas a veces que es tan poco lo que conozco de ti lo que conozco o sea tus nubes o tus silencios o tus gestos lo que conozco es la tristeza de tu casa vista de afuera son los postigos de tu tristeza el llamador de tu tristeza. Pero no llamas. Pero no llamo.
De Poemas del hoyporhoy, 1961
HAGAMOS UN TRATO
Cuando sientas tu herida sangrar cuando sientas tu voz sollozar cuenta conmigo (De una canción de Carlos Puebla)
Compañera usted sabe que puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez ino contar conmigo
si alguna vez advierte que la miro a los ojos y una veta de amor reconoce en los míos no alerte sus fusiles ni piense qué delirio a pesar de la veta o tal vez porque existe usted puede contar conmigo
si otras veces me encuentra huraño sin motivo no piense qué flojera igual puede contar conmigo
pero hagamos un trato yo quisiera contar con usted es tan lindo saber que usted existe uno se siente vivo y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta dos aunque sea hasta cinco no ya para que acuda presurosa en mi auxilio sino para saber a ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo.
De Poemas de otros, 1974
BASTA
Digamos que el tiempo pasa y yo lo siento en la saliva, cada vez más espesa. Tendría que preguntarle a la conciencia cuántos reproches me reserva. Pero prefiero hacerme el sordo.
La palabra inquietud colma la realidad, como si fuera un humo concentrado. La libertad le da un pellizco al alma y uno no tiene más remedio que ser libre. De todos modos, la cordura vigila y amenaza con meternos en el corral de la razón. Somos frágiles y eso nos salva. El desconsuelo nos consuela y nos es imposible traicionar.
Por suerte no tenemos dioses que nos perdonen. A veces pienso que la vida es un error, pero claro, más error es la muerte.
Entre el ensueño y la pesadilla hay un paréntesis en el que nos formamos. Sale el sol y hacemos sombra. Sombra de aire y de fiebre, sombra de misterio.
Quién sería capaz de revelarnos y de rebelarnos. El pobre lago nos copia como fuimos y después se quiebra.
Basta de navegar en el olvido. Basta de bendecirnos en la lluvia. Basta de no ser nadie. Basta de que el placer nos desconozca. Basta de convivir con la derrota.
Basta, carajo.
De Vivir adrede, 2007
LAS PALABRAS
No me gaste las palabras no cambie el significado mire que lo que yo quiero lo tengo bastante claro
si usted habla de progreso nada más que por hablar mire que todos sabemos que adelante no es atrás
si está contra la violencia pero nos apunta bien si la violencia va y vuelve no se me queje después
si usted pide garantías sólo para su corral mire que el pueblo conoce lo que hay que garantizar
no me gaste las palabras no cambie el significado mire que lo que yo quiero lo tengo bastante claro
si habla de paz pero tiene costumbre de torturar mire que hay para ese vicio una cura radical
si escribe reforma agraria pero sólo en el papel mire que si el pueblo avanza la tierra viene con él
si está entregando el país y habla de soberanía quién va a dudar que usted es soberana porquería
no me gaste las palabras no cambie el significado mire que lo que yo quiero lo tengo bastante claro
no me ensucie las palabras no les quite su sabor y límpiese bien la boca si dice revolución.
De Letras de emergencia, 1973
AUSENCIA DE DIOS
Después de ese dolor redondo y eficaz, pacientemente agrio, de invencible ternura, ya no importa que use tu insoportable ausencia ni que me atreva a preguntar si cabes como siempre en una palabra.
Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche desgarradoramente idéntica a las otras que repetí buscándote, rodeándote. Hay solamente un eco irremediable de mi voz como niño, esa que no sabía.
Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza no tener oración para morder, no tener fe para clavar las uñas, no tener nada más que la noche, saber que Dios se muere, se resbala, que Dios retrocede con los brazos cerrados, con los labios cerrados, con la niebla, como un campanario atrozmente en ruinas que desandara siglos de ceniza.
Es tarde. Sin embargo yo daría todos los juramentos y las lluvias, las paredes con insultos y mimos, las ventanas de invierno, el mar a veces, por no tener tu corazón en mí, tu corazón inevitable y doloroso en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.
De Inventario I, 1963
UN PADRENUESTRO LATINOAMERICANO
Padre nuestro que estás en los cielos con las golondrinas y los misiles quiero que vuelvas antes de que olvides cómo se llega al sur de Río Grande Padre nuestro que estás en el exilio casi nunca te acuerdas de los míos de todos modos dondequiera que estés santificado sea tu nombre no quienes santifican en tu nombre cerrando un ojo para no ver las uñas sucias de la miseria en agosto de mil novecientos sesenta ya no sirve pedirte venga a nos el tu reino porque tu reino también está aquí abajo metido en los rencores y en el miedo en las vacilaciones y en la mugre en la desilusión y en la modorra en esta ansia de verte pese a todo cuando hablaste del rico la aguja y el camello y te votamos todos por unanimidad para la Gloria también alzó su mano el indio silencioso que te respetaba pero se resistía a pensar hágase tu voluntad sin embargo una vez cada tanto tu voluntad se mezcla con la mía la domina la enciende la duplica más arduo es conocer cuál es mi voluntad cuándo creo de veras lo que digo creer así en tu omnipresencia como en mi soledad así en la tierra como en el cielo siempre estaré más seguro de la tierra que piso que del cielo intratable que me ignora pero quién sabe no voy a decidir que tu poder se haga o se deshaga tu voluntad igual se está haciendo en el viento en el Ande de nieve en el pájaro que fecunda a la pájara en los cancilleres que murmullan yes sir en cada mano que se convierte en puño claro no estoy seguro si me gusta el estilo que tu voluntad elige para hacerse lo digo con irreverencia y gratitud dos emblemas que pronto serán la misma cosa lo digo sobre todo pensando en el pan nuestro de cada día y de cada pedacito de día ayer nos lo quitaste ánosle hoy o al menos el derecho de darnos nuestro pan no sólo el que era símbolo de Algo sino el de miga y cáscara el pan nuestro ya que nos quedan pocas esperanzas y deudas perdónanos si puedes nuestras deudas pero no nos perdones la esperanza no nos perdones nunca nuestros créditos a más tardar mañana saldremos a cobrar a los fallutos tangibles y sonrientes forajidos a los que tienen garras para el arpa y un panamericano temblor con que se enjugan la última escupida que cuelga de su rostro poco importa que nuestros acreedores perdonen así como nosotros una vez por error perdonamos a nuestros deudores todavía nos deben como un siglo de insomnios y garrote como tres mil kilómetros de injurias como veinte medallas a Somoza como una sola Guatemala muerta no nos dejes caer en la tentación de olvidar o vender este pasado o arrendar una sola hectárea de su olvido ahora que es la hora de saber quiénes somos y han de cruzar el río el dólar y su amor contrarrembolso arráncanos del alma el último mendigo y líbranos de todo mal de conciencia amén.
De Poemas del hoyporhoy, 1961
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