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William Congdon
Por Francesco Gesti. Traducción de Isabel Almería
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FUENTE: Revista Litterae Communionis - Tracce, nº 4, abril 2008. www.tracce.it

William Congdon es un artista norteamericano que da sus primeros pasos en la naciente Action Painting, en Nueva York, entre los años 1948 y 1950, junto a personajes como Jackson Pollock, Mark Rothko, Barnett Newman, con los que a menudo expone sus obras en la Betty Parsons Gallery. Congdon comparte con esta generación de artistas –que han hecho triunfar mundialmente el arte americano– sus aspiraciones a una profunda renovación, no solo de la formas estéticas, sino de la visión misma del mundo. Aun así, el perfil biográfico y artístico de Congdon es muy divergente y lo debemos atribuir a su decisión de trasladarse a Europa, concretamente a Italia, al inicio de los años 50. Su conversión a la Iglesia Católica en el año 59, no solo contribuyó a alejarlo de su País, sino también del mundo del arte en general. Vivió durante muchos años sin exponer ni vender nada, pero no paró de trabajar, con constancia y significados que iban desarrollando su propio lenguaje artístico. Los últimos años de su vida los pasó en la clausura de un monasterio benedictino, en la campaña milanesa, donde murió en 1998. Entre la década de los 80 y los 90, algunas exposiciones antológicas han ido sacando a la luz su escondido trabajo de los anteriores decenios. Entre ellas, recordamos la exposición de Madrid que se desarrolló el mismo año de su muerte con el título William Congdon: la mirada de un testigo del siglo XX. Un congreso internacional en torno a su figura (William Congdon y la revisión del Expresionismo Abstracto), organizado en 2007 en Pamplona desde la Cátedra Félix Huarte de la Universidad de Navarra. Actualmente una fundación dedicada a él, con sede operativa en Milán, se encarga de guardar y gestionar su obra pictórica y literaria.

En la presente revista on line, deseamos dar a conocer no solo su pintura, sino también su pensamiento estético. Para ello, publicaremos periódicamente extractos de sus cuadernos y diarios.

Para comenzar, proponemos una pequeña introducción a la lectura de sus textos.


William Congdon: la estética de la visión

 
William Congdon, Basso milanese nero, 1   1979, óleo sobre lienzo 90x80 cm.
Milán, colección The William G. Congdon Foundation,
Cedido gentilmente por The William G. Congdon Foudation

Las reflexiones de Congdon sobre el arte, no pretenden tener el rigor de una teoría filosófica, pero nos dan una idea de la forma en que el artista trata de rendir cuentas, ante todo a sí mismo, de su experiencia creativa y del dinamismo que subyace a la creación de su obra pictórica. Indicamos aquí los puntos esenciales, tal y como él mismo los ha enunciado en diversas circunstancias, recordando que no se trata de principios estrictamente programáticos, sino de anotaciones más descriptivas que prescriptivas, ya que para Congdon lo prioritario sigue siendo el evento mismo, nunca definible ni fijado, de la pintura.

Siendo extremadamente sintéticos, podríamos afirmar que la de Congdon es una «estética de la visión», en cuanto que todo su proceso creativo se resume en el acto de ver. Y a tal propósito, conviene subrayar como para él, este acto envuelve «al artista en su totalidad –su historia, su vida, su corazón, su mente, su rostro, sus brazos»; un ver, en fin, cargado de un espesor realmente existencial.

No es casualidad Congdon, a menudo,  establezca una analogía entre el proceso de creación y el nacimiento. En su reflexión, el artista, en el acto creativo, se desdobla en dos roles: por un lado es «progenitor», por el otro «obstétrico» respecto a la imagen-embrión que surge del encuentro, en términos de visión, entre el artista y el objeto real. Realidad, ojos, memoria, gesto, color (entendido como materia plasmable y, por tanto, color y forma a un tiempo)son los elementos que entran a formar parte de la concepción estética de William Congdon, la cual, repetimos, es estrictamente funcional a la necesidad operativa del artista.

Es interesante observar como el acto de ver, la visión, se declina en el arco completo del proceso creativo que lleva a la realización del cuadro. Anticipamos, a modo de sumario, los principales hitos –otras tantas etapas en el proceso que hace «nacer» la obra– en torno a los cuales se desarrollan las reflexiones de Congdon que se publicarán en estas páginas.

  1. Visión del objeto real y «concepción» inconsciente de la imagen.
  2. Visión como memoria que recupera (según el imprevisible tiempo de una «gestación») la imagen aún no «vista», pero ya «sentida» («un ver con-sentir», como él mismo escribe).
  3. La «puesta en escena», por tanto, la decisión o, mejor, la obediencia a la imagen que quiere hacerse cuerpo (sobre el lienzo). El primer paso se establece con el lienzo preparado con un fondo negro que reproduce físicamente la dinámica de la concepción y la gestación invisible de la imagen en la conciencia (inconsciente o subconsciente) creativa del artista.
  4. En este momento, puede verdaderamente «darse a luz» a la imagen, a través de los colores que el artista extiende directamente con la espátula. Aquí el ver se articula con el gesto: es una visión gestual («mano que ve, ojo que dibuja», como escribe Congdon hablando del acto pictórico concreto).
  5. Finalmente, la obra concluida pasa a ser objeto, ella también, de una particular dinámica del ver: el artista se distancia del «ojo subjetivo» (es decir, el que está directamente implicado en el proceso creativo de la ejecución del cuadro) para asumir una «mirada objetiva» sobre la obra misma, como si esta ya no le perteneciese. Y es en este momento cuando el artista la reconoce, es decir, comprende si ha nacido o si ya no hay nada más que añadir. O si en realidad no ha nacido, y entonces, se deshace de ella.

 


 

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