El relato corto, medio favorable para la intrahistoria

¿Es la brevedad la principal característica del relato corto? ¿Acaso su auge de los últimos tiempos se debe fundamentalmente a su asequible lectura? Creemos que no, que hay otras cualidades que dotan a este tipo de literatura de un atractivo especial.

El relato corto es un medio especialmente propicio para la narración de lo que Unamuno llama intrahistoria. La Historia oficial siempre ha tenido todos los medios a su alcance para hacerse oír. En la actualidad muchos lectores, cansados de historias públicas que inundan los medios de comunicación, buscan en la literatura la historia no oficial, la que pasa desapercibida. Son pequeños relatos de gente sin importancia según el criterio común de lo que es relevante. Y, desde esa insignificancia precisamente, se revelan como las historias que más directamente apelan al lector. Así, el pequeño relato lo es no sólo ni principalmente por su brevedad, sino porque relata vidas que de otro modo estarían relegadas al olvido.

murillo

Su falta de pretensiones aleja al relato corto de la Historia con mayúscula ?que precisa de grandes manuales? y lo aproxima a las historias de personajes insignificantes. La intrahistoria se liga muchas veces a los personajes sufrientes que no disponen de medios para hacer escuchar su voz o que, en su irrelevancia, creen que no tienen nada que contar. Son los que, siguiendo a Simone Weil, Jiménez Lozano llama «seres de desgracia». Es en las vidas de estos personajes donde mejor se refleja el vínculo entre el hombre y la desgracia.

El pequeño relato es un medio propicio para la transmisión de este tipo de historias. Evidentemente, esto no significa que las novelas no puedan transmitirlas con idéntica fidelidad; pero lo que parece claro es que un buen relato, por su brevedad, precisa llegar a la entraña de la historia sin las distracciones que tienen cabida en la novela, sugiriendo de modo muy efectivo lo que de más humano hay en el hombre.

Así concebido, el relato corto se convierte en un acto de justicia y esperanza. Justicia porque, a través de él, el sufrimiento escondido de esos «seres de desgracia» puede salir a la luz; y esperanza porque, contándolo, ese sufrimiento ya está empezando a ser redimido.

A continuación ofrecemos el relato de Eduardo Muñoz, «La causa del pueblo» para ilustrar con un ejemplo esta singular perspectiva.